Domingo de pascua o Domingo de la Resurrección del Señor

La celebración comienza con la Vigilia Pascual de la Noche Santa, es la más grande y noble de todas las solemnidades, los fieles, llevando lámparas encendidas en las manos, se asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor y que los encuentra vigilantes (cfr. Lc 12, 35- 37).

Las partes y signos de esta celebración nos ayudan a ser testigos de la resurrección de Jesús:

• El lucernario, o bendición del fuego nuevo, del cual se enciende el cirio pascual, cuya luz significa a Cristo que brilla en las tinieblas del pecado y la muerte, luz que pasa de persona en persona, Espíritu que alimenta su Cuerpo, la Iglesia, dando calor y vida.

• El Pregón Pascual, que proclama la gran noticia de la resurrección de Cristo.

• Las lecturas, que son siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento (la Epístola y el Evangelio), que
traen a cuenta a Dios salvador de su pueblo, en las prefiguras de Cristo.

• El solemnísimo canto del Gloria, con el que se inicia el júbilo de Jesús, vivo y presente en su Iglesia, acompañado con
el repique de campanas. En este momento se reviste el altar con el mantel.

• Liturgia Bautismal. En una fuente bellamente ornamentada con flores, el sacerdote bendice el agua sumergiendo en ella el cirio pascual, significando el renacer por el Bautismo a la nueva vida de gracia en el Espíritu.

• Por la gracia del Bautismo somos llamados hijos en el Hijo, por lo que renovamos las promesas bautismales.

• En la liturgia eucarística, el sacerdote consagra el pan y vino de nuevo.

En la misa del día, se sigue contemplando los momentos de la resurrección del Señor, celebrando llenos de júbilo y alabanza en un domingo que dura ocho días, llamado Octava de Pascua, y manteniéndose por cincuenta días, hasta la fiesta de Pentecostés, con la que se cierra el tiempo litúrgico de la Pascua.

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