¡Detente un momento!, toma una respiración profunda y hazte consciente del oxígeno que entra y sale por tus pulmones, esto lo hacemos, normalmente, de forma inconsciente, inhalamos y exhalamos todo el día, toda la noche, despiertos y, aún dormidos. ¿Qué pasa si dejas de respirar? lo sabes muy bien, te mueres, y obviamente, no quisieras dejar de respirar así nada más porque sí. Estás vivo, y quieres seguir viviendo, por ello sigues respirando. Tu ser está llamado a respirar, a vivir. Qué bondad, qué paz. Y si ¡de pronto!, este aire que respiras, se va contaminando segundo a segundo y comienzas a sentir que te falta el oxígeno, y sientes que tu vida está en riesgo, ¡qué desesperación! No queremos esto ni para nosotros ni para nadie. Hagámonos conscientes de todas las bondades que recibimos de la creación de Dios: el agua, el aire, la luz, la flora, la fauna. Nosotros mismos somos creación de Dios. ¡Amemos la creación!
¿Qué ha estado pasando en la Amazonia con los incendios? Una verdadera tragedia, no sólo para los que viven en esos países, sino a nivel mundial. La Amazonia es uno de los pulmones del mundo que ha estado produciendo el 20 % del oxígeno del planeta. Y esto por citar un ejemplo, pero tengamos presentes todos los daños que hemos causado a nuestra casa común, la creación.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, haciendo referencia al libro del Génesis 1, 26-28: “Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de ‘someter’ la tierra y dominarla” (CEC 307). Es una invitación a colaborar en el cuidado de la Creación.
También está este otro texto del Génesis: “Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase” (Gen 2, 15). Se trata de tutelar la integridad de la tierra, cumpliendo el designio para el que ha sido creada por Dios. Ciertamente tenemos superioridad sobre la tierra por nuestro ser espíritu y no sólo materia, pero esa superioridad debe ser de cuidado amoroso del mundo cuyo único dueño es Dios.
El Papa Francisco nos ha invitado a orar con insistencia y a comprometernos con el cuidado de la casa común, releamos su encíclica “Laudato si” (Alabado seas) y hagámonos conscientes de que no es sólo un añadido, sino que es nuestra obligación cuidar la creación y solicitar con insistencia la providencia divina, que implica hacernos responsables en lo que a cada uno nos corresponde. Amar y cuidar la creación, es amarnos y cuidarnos a nosotros mismos y es reconocer que Dios es el soberano de todas las cosas.