
Dr. José Antonio Lozano Diez,
Presidente de la junta de gobierno de la Universidad Panamericana y del Ipade
¿Cómo vamos a desembarcar en el nuevo mundo post COVID – 19? ¿Cómo será la vida que nos espera, una vez que pase la emergencia? ¿Será acaso, como después del paso de una tormenta o un huracán que, luego que destruye todo a su paso, las cosas vuelven a la normalidad? ¿O más bien será éste el principio de una normalidad diferente, el inicio de una nueva época? Para responder estas preguntas conviene recordar algunas cosas.
La anterior pandemia de la que hay registros fue la de la gripe española que inició en 1917, la cual — según las estadísticas — cobró la vida de más de 50 millones de personas, siendo la segunda ola la más letal de las tres que azotaron a la humanidad en ese momento.
La actual transitó de ser una epidemia a una pandemia hace poco más de un año; de ahí pasó a entenderse como una endemia y actualmente es catalogada como sindemia. Me explico: por epidemia se entiende la expansión de una enfermedad a un número de personas mayor al esperado en algún momento, como ocurrió en la ciudad de Wuhan a finales del 2019. La pandemia, es cuando la expansión de la enfermedad pasa de un continente a otro, y en el nuevo continente infectado comienzan los contagios locales, como se reconoció en la declaración de pandemia el 11 de marzo del año pasado por el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Luego tenemos la endemia, la cual se describe como el arribo de una enfermedad que ya no se va a ir, y finalmente tenemos la sindemia, término acuñado por el antropólogo-médico Merril Singer, para explicar una situación en la que dos o más enfermedades interactúan, de forma tal que causan un daño mayor que la suma de esas enfermedades; en la sindemia actúan factores económicos y sociales que afectan mucho.
Para comprender mejor esto, en septiembre del 2020, el editor en jefe de la revista médica The Lancet, Richard Horton, publicó un artículo titulado “El COVID – 19 no es una pandemia”, en el que indicaba, que debido a diversos factores, la crisis se comprende mejor como una sindemia y reconocerla como tal ayudaría a enfrentarla con un enfoque más matizado para proteger la salud de las personas. Horton señala que aún existen muchas comunidades desprotegidas en la tierra y esto apunta a una verdad que ahora apenas es reconocida; que por muy eficaz que sea un tratamiento o vacuna protectora, la búsqueda de una solución meramente biodémica para el virus del SARS- COV-2 va a fracasar si no va acompañada de otros medidas. En ese sentido, nos estamos enfrentando a algo que nos va a ir rebasando cada vez más, algo que llega y no sabemos todavía cómo enfrentar, cómo ir llevando; tenemos la esperanza de la vacuna pero parece que no va a ser suficiente.
En el campo del pensamiento actual hay un debate sobre el mundo que viene; algunos, independientemente de todo lo que haya que reconstruir, piensan que nuestra vida puede continuar con el modelo sobre el que veníamos viviendo; no solo eso, algunos de ellos decían que después de tantos meses de encierro saldríamos con mayor fuerza a refrendar muchos de los hábitos personales, sociales y de consumo que perdimos temporalmente. Para otros, que son más, la sociedad que dejamos en febrero pasado, — al cual me sumo—, ya no va a regresar; lo que nos vamos a encontrar después de la crisis de la pandemia es algo nuevo y distinto. Pensadores como Zizek, Daniel Inneraity, Shulhain y algunos otros en Estados Unidos discuten sobre este punto, y no hay consenso sobre lo que se avecina; lo que es innegable, es que ahora somos más conscientes de nuestros límites.
Primero, la idea de dominio que desde hace años se asumía en el planeta, sobre la cual el hombre podía transformar su entorno y la naturaleza a su libre elección se pone en duda, cuando un virus nos demuestra nuestra vulnerabilidad. En segundo lugar, —y más importante—, está cambiando nuestra concepción de espacio y de tiempo, lo que supone un cambio de época.
Vivíamos en un mundo que se había achicado, un mundo en el que podíamos recorrer distancias largas en muy poco tiempo y, —si lo comparamos con otros momentos de la historia—, un mundo de macro espacios. Hoy nuestra realidad se volvió a agrandar a partir del confinamiento, en el cual volvemos a apreciar los espacios reducidos: el de nuestra casa, el de nuestra intimidad. También ha cambiado nuestra concepción del tiempo, porque pasamos de tener un ritmo de vida que cambiaba de escenarios constantemente, al de estar encerrados en un mismo espacio.
Al no tener referencia de la diferenciación de escenarios a lo largo del día, cambia nuestra concepción del tiempo, la falta de matices hace que el tiempo pase de una manera diferente y cada vez que en la historia de la humanidad ha cambiado la concepción del espacio y del tiempo, hemos cambiado de época histórica, porque ha cambiado nuestra cosmovisión.
Esto pasó con la caída del imperio romano en el siglo V, aquella seguridad que garantizaba una vida relativamente tranquila en todo el territorio y en toda Europa, se vio obligada a refugiarse en la figura de los feudos, de ese macro espacio imperial pasaron al micro espacio feudal. Ocurrió de forma similar con la revolución industrial; cuando la sociedad agraria emigró a las ciudades dio lugar a las grandes concentraciones urbanas, cambiando así el espacio y el tiempo.
En la actualidad sucede lo contrario, en ciudades como Londres o Nueva York, las personas están saliendo de los centros urbanos para irse a los suburbios; ante el cambio de forma de trabajo ya no se hace necesario los desplazamientos y el home office surge como la mejor y más cómoda opción. Hace unos meses el director del banco Berkeley en Londres declaraba que él ya no se imaginaba grandes edificios corporativos donde se concentran 6000 personas a trabajar todos los días. Aquí en México un director de banca corporativa me dijo hace unas semanas que en su área el home office había aumentado la productividad en casi un 20%, y ya no tenía que pagar el costo de las instalaciones corporativas. En centros urbanos cercanos al Valle de México, reconocidos por ser turísticos, ha crecido la demanda inmobiliaria y ha aumentado de forma muy importante la población entre semana.
Y en ese sentido creo que nos esperan dos mundos nuevos: un mundo exterior y un mundo interior.
El mundo exterior va a ser cada vez más fragmentado y virtual. Mientras vemos que la tendencia será optar por modelos de educación híbrido, cambiará la forma en la que nos enlazamos o conectamos con la realidad. Por ejemplo, se quedarán atrás los viajes de trabajo y los congresos, afectando al sector hotelero y al de transporte. Asimismo cambiarán nuestros hábitos de consumo; de aquellas imponentes plazas comerciales pasaremos a las compras virtuales, incluso se prevé que en los siguientes meses lleguen a cerrar hasta un 50% de las tiendas físicas, y para finales del 2024 las compras en línea serán las que dominen el mercado, automatizando los servicios y generando que se pierdan muchas fuentes de empleo. Otro tema para el mundo que viene será el cambio climático, que tendrá que tomar relevancia en la agenda global, así como la cultura. Igualmente, cada vez se volverá más importante combatir el exceso de noticias falsas en las redes
No obstante, también hay un mundo interior que sí depende de nosotros. Aunque estamos con el mayor índice de depresión y ansiedad que recordemos en muchos años, debido a que el aislamiento nos ha hecho perder la capacidad de relacionarnos y trabajar con otros, nosotros podemos influir en éste de cara a ese nuevo mundo de desembarco.
Esta posibilidad de saber que estamos frente a un nuevo inicio, nos puede ayudar a convertir el miedo y la angustia en ilusión por el futuro, y de ahí quiero cerrar con 5 consejos frente a este nuevo mundo que se aproxima:
1.- No perder el espacio de intimidad que hemos logrado. Una de las cosas buenas que ha dejado la pandemia es que nos hemos redescubierto, tanto con nosotros mismos, como con nuestras familias.
2.- Revalorar lo verdaderamente importante en nuestra vida. Hoy nos damos cuenta que muchas cosas que teníamos a nuestro alrededor no son tan importantes como lo suponíamos, es decir, se puede vivir con menos y aun así ser felices.
3.- Trabajar mucho en fortalecer nuestro sentido de adaptabilidad. Comprendamos que la realidad es cambiante por naturaleza y nosotros tenemos que adaptarnos a eso y aceptar las cosas como son.
4.- Visualizar un mundo mejor. Visualizar nuestras ilusiones, aquello que estamos esperando que ocurra y visualizarlo de manera tal que casi lo toquemos con los dedos; son ejercicios de imaginación pero que nos ayudan a darle un sentido a las cosas que vivimos.
5.- Intentar poner mecanismos de reconstrucción de la esperanza y de la ilusión. El amor es el mejor remedio para poder enfrentar una circunstancia de esta naturaleza.
Para vislumbrar lo que se viene también hay que tomar en cuenta que venimos de una realidad que no nos gustaba, y sobre ese mundo cayó la pandemia, dándonos la oportunidad de corregir esta situación.
Este es el mundo que se empieza a avizorar, desde luego, es un mundo con muchos misterios por resolver todavía, pero mi opinión es: no vamos a regresar al mundo que teníamos antes de febrero del 2020, este es un mundo nuevo y tenemos que estar preparados para ello.