IMPLICACIONES PARA NUESTRA VIDA
Pbro. Lic. Eduardo Rueda Lugo
Cuando la Biblia y la Tradición de la Iglesia hablan del cielo, hablan de la vida eterna, de la visión beatífica, del reino de los cielos, de gloria. Cada uno de estos términos significan la misma realidad, pero con un matiz distinto. La Biblia considera el cielo como la bóveda que cubre la tierra y con ella forman una unidad, de manera que “cielo y tierra” significan todo lo creado; pero también “cielo significa, simbólicamente, el lugar de la presencia de Dios, o es Dios mismo, así entendemos por qué “reino de Dios” es lo mismo que decir “reino de los cielos”. También el “cielo” es la gloria del futuro, el término cielo se enfoca más en expresar la plenitud definitiva de la existencia humana, es la meta última del ser humano, de nuestra esperanza.
En la oración dominical decimos: “Padre nuestro que estás en el cielo”, este cielo nos indica al mismo Dios: “«Que estás en el cielo» no designa un lugar, sino la majestad de Dios y su presencia en el corazón de los justos. El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y a la que ya pertenecemos” (CEC 2802); también decimos “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, lo que indica que en la tierra puede que no se haga la voluntad del Padre, pero que en el cielo siempre se cumple.
“Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, … con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha” (CEC 1024).
Si nos preguntamos ¿cómo es la vida en el cielo? el Catecismo de la Iglesia Católica nos responde: “Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso” (CEC 1027).
Algunas implicaciones del cielo (vida eterna), para nuestra vida son las siguientes:
La vida del cielo es un don y una tarea que tiene que ver con nuestra vida terrena. El ser humano, por sí mismo no puede alcanzar la vida eterna, el cielo, esto viene de lo alto, viene de Dios Padre a través del misterio de Jesucristo en el Espíritu Santo; sin embargo, Dios respeta la libertad que nos ha dado y es ahí donde está nuestra responsabilidad, necesitamos hacer méritos, Jesucristo siempre nos invita al esfuerzo, cuando le preguntaron “«Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Jesús les respondió: «esfuércense en entrar por la puerta angosta. Porque les aseguro que muchos querrán entrar y no podrán»” (Lc 13, 23-24).
Quien busca el cielo, necesita crecer en el amor hacia los demás, Dios nos pedirá cuentas de nuestro amor al prójimo. No es posible una salvación de tipo individualista. Somos el Pueblo de Dios. De aquí que es importante orar, y ofrecer nuestras actividades por nuestros difuntos y por quienes estamos vivos, para que alcancemos la salvación.
En el cielo tenemos la seguridad de alcanzar la plenitud de nuestra vida, que implica una experiencia íntima de amor con Dios trino y con nuestros hermanos; los anhelos más profundos de nuestro corazón serán colmados.