Pascua es un tiempo que nos invita a vivir de manera especial en la presencia de Dios; a revisar nuestra vida espiritual;la calidad de nuestra relación con el Señor, la disposición de corazón ante aquel que nos perdona, regala su misericordia y nos abraza con su ternura, más aún nos ofrece la oportunidad de fortalecer y mejorar nuestras relaciones humanas para estar atentos siempre al otro, a las necesidades del hermano, capaces de convertirnos
en don para los demás.
La Pascua es un tiempo que nos permite, desde la fe, descubrir aquello que es indispensable en la existencia cotidiana: vivir en caridad con los demás a partir de una relación profunda con Dios. Siguiendo las huellas de Jesús resucitado somos testimonio creíble de su resurrección cuando acogemos al otro tal como es, en su unicidad e irrepetibilidad, cuando damos el valor que le corresponde a la existencia humana muchas veces manipulada o achicada por el
egoísmo individual o grupal.
El resucitado nos pide que vayamos hacia aquellos que no cuentan, los excluidos, a los pobres de pan, de sentido de vida o de amor, casi siempre colocados ahí donde incluso han perdido la dignidad. Nos invita, Jesús, a vivir el lenguaje del amor; a dar vida y esperanza como él nos la da a nosotros a discernir juntos los signos de su resurrección presentes en la vida de cada uno y en la historia.
Nos invita a creer, contemplando al resucitado, que es posible un mundo de justicia, paz y alegría.