Mayra Uribe
Fundación Sembrando Amor, Universitatis Vitae y Mensajeros de Guadalupe

Luces brillantes en los centros comerciales, adornos predominantes en color verde y rojo, ofertas para un sinfín de destinos turísticos, regalos, un merecido periodo vacacional y la planeación para disfrutar de momentos en familia, con los amigos y la esperada recepción del aguinaldo, son tan sólo algunas actividades que durante la última década habían acaparado gran parte de las fiestas decembrinas. Pesebres llenos de colorido, elaborados de distintos materiales, tamaños y hasta sabores, pero vacíos de su principal objetivo y razón de ser para la celebración de la Navidad. Reuniones protagonizadas por los excesos de materialismo, rencores, resentimientos, chismes, vanidad, soledad. Convivios extremadamente pensados para cuidar de susceptibilidades y gozar la fiesta “en paz”, evitando todo tipo de demostración de fe, el arrullo del niño Jesús o cualquier oración que haga sentir mal e incómodo a los asistentes de las reuniones. En otras palabras, celebrar una celebración sin celebrante. Pareciera trabalenguas e irónico, ¿no crees?
Sin embargo, tuvo que pasar una crisis mundial para valorar lo que realmente vale la pena y vivir una Navidad diferente para re aprender a ver la vida de manera “diferente”.

Presencia de enfermedad para valorar la salud; ausencia de trabajo para valorar y cuidar lo que hacemos; cierre de edificios escolares para aquilatar la educación… templos cerrados para experimentar la omnipresencia de Dios. Lugares ausentes en una mesa —ante la muerte inesperada y sorpresiva de algún familiar o amigo— para anhelar los momentos que se pudieron tener y no se tuvieron. Familias “fracturadas” ante la tragedia, la desesperación, el estrés, la violencia o la muerte. Familias que con el transcurrir de los días van encontrando sanación, consuelo y paz. La visión y vivencia quebrantada va tomando una dinámica diferente. Se comienzan a juntar las piezas dispersas del dolor y se busca un pegamento que sane. Tiempo, paciencia y un minucioso trabajo de restauración integral para asumir de manera responsable, madura y fuerte espiritualmente una Navidad distinta a las demás, porque este diciembre 2020, somos una sociedad diferente, familias diferentes, personas diferentes…Hoy, más que nunca, las ausencias se hacen presencias.

Los adornos decembrinos brillarán con mayor esperanza y gratitud. En los hogares se reunirán en torno a la mesa para compartir el pan, orar, agradecer, bendecir, recordar, simplemente para vivir y conmemorar que Jesucristo, siendo el hijo de Dios, nació en un humilde pesebre, en medio de la obscuridad para alumbrar de manera diferente la existencia. Reuniones para festejar a un Rey glorificado con oro, incienso y mirra por los Sabios de Oriente. Un Salvador, cuyo anuncio de su nacimiento llenó de alegría a los pastorcillos que no dudaron en ofrendar el fruto de su trabajo, alabarlo, adorarlo y glorificarlo. Pero también una Natividad amenazada ante el miedo, la muerte y ambición de Herodes.
Te invito a realizar un ejercicio de reflexión personal y familiar durante este mes, y sea momento propicio de llenar vacíos existenciales, adornar con humildad el corazón y alumbrar con paz los pensamientos que sólo Dios puede sanar, perdonar y liberar en plenitud. Una pequeña, sencilla, pero profunda actividad para hacer de tu corazón, una morada perpetua del Amor de Dios naciente en una Navidad diferente puesto que su venida muestra y confirma lo diferente, extraordinario y trascendente.

Actividad: “Dile tus ausencias y te dirá tus presencias”

5 pasos para gozar una Navidad diferente…

1. Escribe cuáles han sido las ausencias y/o pérdidas que tuviste durante el año en curso.
2. Cuáles crees que han sido las principales enseñanzas y aprendizajes que cada pérdida te dejo.
3. Medita unos minutos leyendo la Palabra de Dios, y con toda la fe y amor de tu corazón, pide al Espíritu Santo, sea quien guíe e ilumine las respuestas de lo que realmente Dios te ha enseñado en cada experiencia vivida.
4. Expresa a Dios tus ausencias y disponte a recibir las presencias que él dispone en ti. (Coteja la lista del paso 2 con las del paso 3 y ve las grandes diferencias).
5. Ora, agradece y alaba por las enseñanzas recibidas y, si es tu sentir, comparte con tu familia las grandes ausencias humanas, que, a su vez, son las más grandes presencias de Dios en tu vida.

La madre de Dios nos enseña a trascender ante la adversidad y lo inesperado porque se sabía amada, resguardada por el Padre, abrazada en el Hijo, asistida en el Espíritu Santo y custodiada por su amado esposo José: “María guardaba todo esto en su corazón, y lo tenía presente” Lc 2, 19
Finalmente, el año 2020, nos invita a confirmar la fe en un Dios vivo que nos lleva a “Crecer en edad y sabiduría” Lc 2, 52

Write a comment:

*

Your email address will not be published.