Los peregrinos venidos de la arquidiócesis de Toluca, paso a paso y jornada tras jornada de camino, así como otros muchos llegados en distintos medios, como lo ha sido en bicicleta y en vehículo, y después de dos años de no poder venir juntos por el tema sanitario de la pandemia, nos encontramos nuevamente en esta Casa Sagrada de María Santísima, nuestra tierna y dulce Madre de Dios que, por su singular presencia y bendición, es lugar privilegiado de encuentro, de fiesta y de gracia para todos los devotos hijos suyos.

En su Imagen Sagrada experimentamos su cercanía y abrazo maternal, a tal grado que, cada vez que estamos frente a ella le expresamos la alegría que nos genera, y le dirigimos palabras que van más allá de lo que de ordinario le decimos, como es lo que hemos hecho en estas horas avivados en la fe y con emoción en el corazón.
Madre Santísima de Guadalupe, agradecemos tu cobijo y tu resguardo. En tu compasiva mirada y en tus manos suplicantes, recibes lo que somos y tenemos: nuestras necesidades, aflicciones, logros y esperanzas. Tu abundante intercesión nos vuelve sensibles a tus cuidados y a tu protección. Mira cómo llegamos a ti, te admiramos, te contemplamos y nos postramos con suma piedad y atenta devoción. Nuestros labios no descansan y no se aquieta nuestro corazón, Santa María de Guadalupe. Gracias por permitirnos acercarnos nuevamente a Ti. Que nuestros pies de peregrinos sigan haciendo camino contigo hoy, mañana y siempre, aún en medio del cansancio y fatigas propias de la vida.

Por otra parte, dirigimos nuestra gratitud con especial admiración a Dios, por haber sido el artífice de la maternal presencia de la Virgen de Guadalupe entre nosotros. Por eso, cómo no cantar con el salmista, lo que hace un momento dijimos juntos con el salmo 21: “Bendito sea el Señor”. Nos ha permitido que la ruta de nuestro camino por el mundo la realicemos no sin la amorosa mirada de María de Guadalupe; esto es, orientados y conducidos por Ella y por la altísima bendición de su Hijo, a quien lleva consigo. Que nuestra mente y nuestros labios no se cansen de decir: “Alabado sea el nombre del Señor; bendito sea ahora y por siempre”.

Y cómo no bendecir al Señor si nos ha llamado a formar parte de Él, habiéndonos incorporado por el bautismo a la Iglesia por Él instituida, facilitándonos la savia de su gracia que hace correr por nuestro corazón, mente y espíritu, siendo Él la Vid y nosotros los sarmientos, como nos lo ha recordado en el texto del Evangelio de San Juan que hemos escuchado. Gracias Padre, porque así te ha parecido bien, gracias Jesús porque nos has insertado en tu vida por tu bondadosa acción de redención, gracias Espíritu Santo porque nos renuevas constantemente en la comunión de amor, vida del Padre hacia nosotros y vida del Hijo con nosotros, ya que no queremos correr la suerte de estar al margen, separados, porque comprendemos perfectamente lo que nos ha querido decir en aquello de que “El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer“.

Y el «nada», dicho por Jesús es verdaderamente «nada». Viene a nosotros aquella otra enseñanza de Jesús, que nos transmite el evangelista Mateo: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?” (16,26). Cuánto consuelo trae para nosotros, por otra parte, las palabras de San Juan: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante”. Y María Santísima ha dado un gran fruto, su hijo; lo decimos en el Ave María: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de vientre, Jesús”. Y por Jesús, María es motivo de glorificación suprema al Padre.

A ejemplo de Ella, glorifiquemos al Padre unidos a la Vid, porque siendo buenos sarmientos daremos los frutos esperados; esto es, frutos de vida evangélica, como María: dócil al proyecto de Dios, entregada a la misión de su Hijo, fiel discípula y misionera suya, al servicio del necesitado, paciente y misericordiosa, auxilio, consuelo y esperanza nuestra.

Santa María de Guadalupe, acoge en tus benditas manos a esta porción de la Iglesia, Arquidiócesis de Toluca, que con gozo hemos venido nuevamente a presentarnos en el saludo filial, en la gratitud y en la súplica fervorosa.

Con tu prodigiosa mano condúcenos por el camino evangélico a quienes nos has constituido como ministros consagrados; que día con día la santificación y evangelización de los fieles se mantengan firmes en nuestra actividad misionera, siempre con renovado espíritu apostólico, sin perder de vista los retos y desafíos pastorales, asumidos en sintonía y con espíritu sinodal a nivel parroquial, decanal y arquidiocesano. Bendice todo esfuerzo de comunión, reconciliación, cercanía y aprecio sacramental entre todos nosotros, los clérigos: diáconos, sacerdotes y obispos. Tú sabes que todos lo queremos y que nuestros laicos nos motivan a vivir y testimoniar la unidad sacerdotal; que el proceso no lo detengamos. Sí, llévanos de tu mano, Madre Santísima de Guadalupe.

Te encomendamos a nuestras familias, particularmente, aquellas que están pasando por momentos muy difíciles, de desintegración y rompimiento sacramental, que cada vez se hace más notable en nuestros pueblos. Cuánto bien nos hace verles reconciliadas y revitalizadas en el amor conyugal y en la integración familiar. Acoge con maternal solicitud a los jóvenes; ellas y ellos son tan valiosos en sus familias y en la sociedad, como lo son en nuestras comunidades parroquiales; anhelamos sean respetados y responsablemente conducidos en todos los centros académicos y espacios de formación virtual, así como en todas las plataformas de las redes de internet, tan sumamente visitadas. Cuídalos y protégelos: los ponemos en tu corazón de Madre.

Favorécenos con múltiples vocaciones cristianas, laicales, de vida consagrada y sacerdotales. No permitas que haya orfandad en los servicios sacramentales. Intercede por nosotros, necesitamos gozar siempre de santas vocaciones sacerdotales y laicales.

Finalmente, tennos en cuenta a los ciudadanos mexiquenses, puesto que hemos de asumir con responsabilidad nuestra participación en las elecciones; que emitamos el voto ciudadano de manera razonada y libre. Asístenos con la bendición de tu intercesión.

Madre Santísima de Guadalupe, a tu amparo y patrocinio nos acogemos, extiende tu bendición a los aquí presentes, a los que participan a distancia por los medios virtuales y a los que, en nuestras parroquias, esperan los acompañes siempre con tus favores maternales. Amén.

¡Gracias Señora y Madre nuestra, Santa María de Guadalupe!

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