
Esta mañana, durante la celebración de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo Apóstoles presidida por el Santo Padre Francisco en el Vaticano, recibieron el palio los arzobispos que fueron llamados a este servicio a lo largo del año, entre ellos figura Mons. Raúl Gómez González, II Arzobispo Metropolitano de Toluca.
Dicha celebración inició con la presentación de las prendas litúrgicas, tras lo cual, los purpurados presentes recitaron la fórmula de juramento. El palio es una prenda circular, con dos extremos rectos que caen al frente y a la espalda, lleva cinco o seis cruces, que pueden llevar además el ornamento de clavos metálicos, que representan los clavos de la pasión de Cristo, es confeccionada con lana de corderos especialmente criados para obtenerla, y representa a la oveja (los fieles) que es llevada en los hombros del pastor, significando así su caridad y compromiso de servicio.
Las dos lecturas propias del día, hacen presente el testimonio de los dos apóstoles en diferentes etapas de su misión. Pedro es presentado preso a causa del evangelio, pero liberado por el ángel del Señor para continuar con su tarea. La segunda lectura presenta una reflexión de Pablo, en la que contempla la entrega de su vida en la predicación y el auxilio recibido de parte del Señor a lo largo de su ministerio.
En su homilía, el Papa Francisco tomó como punto de partida ambas lecturas, para subrayar la importancia de “dejarse conducir por el Señor para atravesar el umbral de todas las puertas cerradas” y levantarse para ir a la búsqueda de nuevos horizontes: “A menudo estamos encadenados como Pedro en la prisión de la costumbre, asustados por los cambios y atados a la cadena de nuestras tradiciones. Pero de este modo nos deslizamos hacia la mediocridad espiritual, corremos el riesgo de “sólo tratar de arreglárnoslas” incluso en la vida pastoral, el entusiasmo por la misión disminuye y, en lugar de ser un signo de vitalidad y creatividad, acabamos dando una impresión de tibieza e inercia”.
Al referirse a San Pablo, indicó la necesidad de participar con pasión y humildad, con verdadero compromiso, en la misión de la Iglesia, alcanzando la sinodalidad con la participación de todos en el mismo grado, sin diferencias, asumiendo el combate que ello supone: “porque el anuncio del Evangelio no es neutro, no deja las cosas como están, no acepta el compromiso con la lógica del mundo, sino que, por el contrario, enciende el fuego del Reino de Dios allá donde, en cambio, reinan los mecanismos humanos del poder, del mal, de la violencia, de la corrupción, de la injusticia y de la marginación”.
Su Santidad continuó explicando que esta es la forma de ser auténtico fermento en el mundo: “Juntos podemos y debemos establecer gestos de cuidado por la vida humana, por la protección de la creación, por la dignidad del trabajo, por los problemas de las familias, por la situación de los ancianos y de los abandonados, rechazados y despreciados. En definitiva, ser una Iglesia que promueve la cultura del cuidado, la compasión por los débiles y la lucha contra toda forma de degradación, incluida la de nuestras ciudades y de los lugares que frecuentamos, para que la alegría del Evangelio brille en la vida de cada uno: este es nuestro ‘buen combate’ “.
El Santo Padre concluyó la celebración saludando a los arzobispos asistentes, recordándoles la importancia de levantarse para ser centinelas vigilantes del rebaño y a ‘pelear el buen combate’, nunca solos, sino con todo el santo Pueblo fiel de Dios”. El palio le será impuesto a cada arzobispo en una celebración especial en sus respectivas sedes.