«Judas ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?» (Lc 22, 48)
«También lo besó el Señor, no para enseñarnos a fingir, sino para que se viese que no huía ni siquiera del que lo entregaba, y para ganar al traidor a quien no negaba los testimonios de amor» (San Ambrosio)