SER GENTE SENCILLA, ENVIADOS DE PAZ
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
DOMINGO DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 20)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 6, 7-13
Envió a los discípulos de dos en dos
«Hijos míos: ustedes son enviados del Señor, a hacer en el mundo el bien gratuitamente, como gratuitamente se entrega Él. Acompáñenme y compartan conmigo la sed de todas las almas, porque todos son mis hijos. No son sólo vocaciones las que hacen falta, sino también almas dispuestas con corazones encendidos.
A mí me gusta la gente sencilla, que es aquella que, sin importar su riqueza material o su pobreza, tiene abierto el corazón para recibir la gracia de Dios y, con humildad, pone sus bienes materiales y espirituales al servicio del Señor; es la que no pierde tiempo en habladurías, sino que pone en obra su fe, escuchando la voz del Espíritu Santo, callando cuando hay que callar, y hablando cuando hay que hablar; es la que deja obrar al Espíritu Santo en libertad; la que va a donde Dios la envía, sin fijarse en las pertenencias que debe dejar; a todo renuncia con tal de ir a predicar la palabra del Señor, sin importar si a los que predica son ricos y poderosos o pobres, humildes, ignorantes. Porque lo que ven no es el exterior, sino la sed interior de las almas que buscan conocer a Dios.
Las almas de la gente sencilla tienen pureza de intención, buscan ser bien recibidas; pero, si no las reciben, sin hacer la guerra se sacuden los pies en señal de reprobación, y se van, con la paz de su Señor, dejando como advertencia el polvo de sus sandalias, siguiendo de frente en la buena disposición de cumplir su misión.
Ustedes son enviados como misioneros de paz. No hay mayor regalo que alguien quiera recibir en su casa, que la paz. Esfuércense por ser bien recibidos a donde van, para que su paz se quede con ellos, y no se vaya con ustedes a otra parte. Entonces habrán cumplido como misioneros, haciendo que el mundo reciba a Aquel que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre, y que vino al mundo, pero el mundo no lo recibió».
NO TENER MIEDO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 18)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 10, 24-33
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.
«Hijos míos: yo les doy la protección maternal de mi manto, para que el enemigo no pueda hacerles daño; protección para que perseveren en mi compañía y mantengan puras sus almas; protección ante los peligros, para que obren según la voluntad de Dios. Yo los guardaré, les daré mi paz, los reuniré conmigo y los protegeré, hasta el día que vean a mi Hijo y digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
RECONOCER A CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 17)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 10, 16-23
El Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir.
«Hijos míos: hay muy pocos corazones dispuestos a escuchar. Yo ruego por ustedes, para que escuchando la Palabra reciban del Espíritu Santo el don del entendimiento, y mediten y comprendan las verdades reveladas de Dios en sus corazones; para que abran sus corazones y penetren en la profundidad del amor de Dios; para que se confíen totalmente a Dios y crean en su Palabra, y con palabras y obras transmitan su fe. No se preocupen por lo que habrán de decir. El Espíritu Santo les recordará todas las cosas, y hablará por ustedes.
LLEVAR EL AMOR AL MUNDO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 16)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 10, 7-15
Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente
«Hijos míos: el Señor los envía como testigos, sin alforja, sin sandalias, y sin seguridades del mundo, para que todas sus seguridades estén puestas en Él. Y les da su poder para que puedan trabajar haciendo en el mundo el bien gratuitamente, como gratuitamente se entrega Él. Pero no los envía solos. Ustedes me acompañan y yo les doy mi protección, porque yo piso la cabeza de la serpiente.
SER APÓSTOLES DE MISERICORDIA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 15)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 10, 1-7
Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos
«Hijos míos: Jesús los envía a cumplir una misión particular para servirlo, con los dones y carismas que han recibido desde su bautismo. Hay muchos carismas, pero un mismo espíritu. Hay muchos ministerios, pero un mismo Señor. Hay muchas obras, pero un mismo Dios, que obra todo en todos, y que a cada uno le otorga la manifestación del espíritu para provecho común. Él los envía para que, con sus dones y carismas, participen de un solo cuerpo, promoviendo la unidad, esforzándose por conseguir un bien mayor para todos, como parte de un mismo cuerpo, en el que todos los miembros se ayudan, pero también todos los miembros se afectan, y del cual Cristo es cabeza.
ANUNCIAR EL EVANGELIO Y LLEVAR LA PAZ
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 14)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 9, 32-38
Rueguen al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos
«Hijos míos: con lágrimas suplicantes los llamo, y con poder de Madre los mando: sean obedientes, como niños, y acudan con prontitud a mi llamado, para que construyan el Reino de los cielos en la tierra.
CREER EN LOS MILAGROS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 13)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 9, 18-26
Mi hija acaba de morir; pero ven tú y volverá a vivir
«Hijos míos: Cristo viene todos los días. Lo tocan ustedes y una gran fuerza sale de Él, y los llena de Él. Cuando comulgan no tocan la borla de su manto, lo tocan a Él. Y basta tocarlo para que se derrame la gracia en abundancia sobre ustedes. Aprovechen ese momento, y pídanle su conversión, con esa fuerza que sale de Él. Pídanle que aumente su fe, que abra sus ojos y sus oídos para que, cuando lo escuchen, se levanten y caminen.
ENTREGAR EL AMOR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 11)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 6, 1-6
Todos honran a un profeta, menos los de su tierra
«Hijos míos: este es mi auxilio: entregarles el amor. Reciban mi auxilio, para que encuentren, a través de mí, el amor. Porque yo siempre los llevo a Jesús, porque Él siempre está conmigo y yo con Él. Pero el amor no es para guardarse. El amor es inquieto, es para entregarse, para compartirse, para darse, para fortalecer, para hacer crecer.
SER CREYENTES
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VII, n. 1)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 20, 24-29
Dichosos los que creen sin haber visto
«Hijos míos: no sean incrédulos sino creyentes. Son pocos los que escuchan, y son pocos los que creen. Y, entre esos, son pocos los dispuestos a entregarse, a comprometerse, a dar la vida. Yo les pido que volteen a verme. Entonces yo los tomaré de la mano y los conduciré, les prestaré mis ojos para que vean y mis oídos para que oigan; los uniré a mi corazón para que aprendan a amar.
HUMILLARSE PARA GLORIFICAR A DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 8)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 9, 9-13
No son los sanos los que necesitan de médico. Yo quiero misericordia y no sacrificios.
«Hijos míos: la perfección sólo se alcanza en Cristo, y Cristo es misericordia.
SANAR PARA ALCANZAR LA PLENITUD DEL AMOR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 7)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 9, 1-8
Al momento el hombre quedó curado
«Hijos míos: Jesús les dice: levántate, toma tu camilla y anda. Que es lo mismo que decir: renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme.
EXPULSAR DEMONIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 6)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 8, 28-34
Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos
«Hijos míos: los demonios gritaron: «¿qué quieres de nosotros, Hijo de Dios?». Y está escrito, para que conste, que hasta los demonios creen en Él, lo reconocen y lo obedecen. Y no hay miedo más grande que el que ellos mismos manifiestan tener a Dios, porque conocen su poder, y saben que ante Él nada pueden hacer. Yo piso la cabeza de la serpiente, pero es Cristo quien tiene el poder, y a ustedes los hace fuertes.
RECONOCER AL PAPA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 57)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS PEDRO Y PABLO, APÓSTOLES
Evangelio según san Mateo 16, 13-19
Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos
«Hijos míos: esta fiesta de hoy es la fiesta más grande de los apóstoles de Cristo. La fiesta en donde se une la conversión del pecador a la obediencia del que ama a Dios con todo su corazón, con toda su mente, con toda su alma, con todas sus fuerzas, y configurada está su vida en cuerpo y en alma a la vida de aquel que lo creó, y le da el poder de atar y desatar, de destruir y de construir, y de representarlo en la tierra haciéndolo su vicario.
DECIDIRSE A SEGUIR A JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 4)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 8, 18-22
Sígueme
«Hijos míos: sufre mi corazón por los que dicen sí, pero que luego se van. A veces dicen sí, y a veces dicen no, y no se deciden a entregar en serio a Dios su vida, para que Él haga en ellos su divina voluntad.
DESPERTAR LA FE
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 2)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 5, 21-43
¡Óyeme, niña, levántate!
«Hijos míos: Cristo viene todos los días. Ustedes lo tocan y una gran fuerza sale de Él, y los llena de Él. Cuando comulgan no tocan sólo la borla de su manto, lo tocan a Él. Y basta tocarlo para que se derrame la gracia en abundancia sobre ustedes. Aprovechen ese momento y llénense de Él.
SERVIR A JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 105)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 8, 5-17
Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores
«Hijos míos: yo los socorro y protejo en sus necesidades. Si han sentido el cansancio y el hastío que los debilita, y me acompañan, yo fortalezco su voluntad. En esta voluntad entregada está la victoria. La lucha es de cada uno, cada día, constante. El cansancio del cuerpo debilita la voluntad y tienta el alma. Pero un espíritu fortalecido por la oración y la entrega continua a mi Hijo, es invencible. Consagración a mi Inmaculado Corazón. Ese es mi llamado por el que acudo y socorro a mis hijos. Ese es el llamado de auxilio por el que tienen la victoria asegurada, porque es en esa batalla, luchando a mi lado, que mi Corazón Inmaculado triunfará.
CREER EN EL PODER DE DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 104)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 8, 1-4
Señor, si quieres, puedes curarme
«Hijos míos: Dios es Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente. Y con ese poder, siendo Dios, se hizo hombre, para morir por ustedes crucificado, y perdonar sus pecados, porque era necesario para darles vida. Dios es compasivo y misericordioso. Él dijo: “sí quiero, sana”, y obró milagros, y derramó su misericordia sobre el mundo entero. Pero la lepra del pecado ha permanecido en los hombres, porque no han creído que el Hijo de Dios sí puede sanarlos. Mi Hijo ha perdonado sus pecados y ha sanado sus almas, pero también ha sanado tantas veces sus cuerpos, para que se note su poder, porque el Hijo del hombre tiene el poder sobre la tierra de perdonar los pecados, de sanar el alma y de sanar el cuerpo.
PREPARAR LA VENIDA DEL SEÑOR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 55)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 1, 57-66. 80
Juan es su nombre
«Hijos míos: miren lo que le han hecho a mi Hijo. Puedo ver su corazón. Lo han abierto, está seco. Miren su cuerpo destrozado, está seco. Miren sus ojos sin vida, porque la vida la ha entregado, derramando su preciosa sangre hasta la última gota.
PERSEVERAR PARA DAR BUEN FRUTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 102)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 7, 15-20
Por sus frutos los conocerán
«Hijos míos: mi Hijo ha plantado en ustedes su semilla, para que den mucho fruto y ese fruto permanezca. Y sus frutos serán buenos, y por sus frutos los conocerán, porque todo lo que ha sembrado mi Hijo es bueno, y yo los cuido y los protejo para que perseveren y crezcan como árboles para que den buen fruto. Porque un árbol bueno no puede dar frutos malos.
PRACTICAR LA REGLA DE ORO DE LA CARIDAD
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 101)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 7, 6. 12-14
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes
«Hijos míos: sean compasivos y misericordiosos, como el Padre que está en el cielo es compasivo y misericordioso. Sean perfectos, como el Padre que está en el cielo es perfecto. Sean justos, porque en la misma medida que midan serán medidos. Traten a los demás como quieran que ellos los traten a ustedes. Hagan el bien y perdonen el mal. Promuevan el bien y rechacen el mal.
PERDONAR PARA SER PERDONADOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 100)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 7, 1-5
Sácate primero la viga que tienes en el ojo
«Hijos míos: yo les doy este tesoro de mi corazón: mi tolerancia, para que sufran con paciencia los errores de los demás, y para que los corrijan con caridad y misericordia. Vean primero la viga de su propio ojo y sean misericordiosos con el que se equivoca. Permanezcan al pie de la cruz de Cristo, siguiendo el ejemplo de un hombre y una mujer, el discípulo amado y la Madre de Dios, que, siguiendo el ejemplo de Él, resistieron con firmeza en la fe, en la esperanza y en el amor, con la mirada en el cielo y los pies en la tierra, contemplando el corazón abierto y expuesto, que derramaba la misericordia al mundo entero.
CONFIAR EN JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 98)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 4, 35-41
¿Quién es este, a quien hasta el viento y el mar obedecen?
«Hijos míos: ¿Por qué tienen miedo? ¿Qué no estoy yo aquí que soy su Madre?
CONFIAR EN LA DIVINA PROVIDENCIA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 96)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 6, 24-34
No se preocupen por el día de mañana
«Hijos míos: busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las cosas se les darán por añadidura. Permanezcan fieles a Dios, dando testimonio, demostrando la fe y la confianza ante las dificultades, con paciencia, perseverancia, alegría, confianza, abandono, obediencia y, practicando la unidad de vida, acepten y amen la divina voluntad de Dios, que es bondadoso, compasivo y misericordioso.
ATESORAR LA VIDA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 95)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 6, 19-23
Donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón
«Hijos míos: acumulen tesoros en el cielo. Sus corazones son mis tesoros. Pidan luz para sus ojos, que ilumine su oscuridad, para que sus cuerpos tengan luz. No permitan que sus tesoros sean robados. No acumulen tesoros en la tierra, aprendan a poner sus ojos y su corazón en el cielo, para que todos sus actos y sus oraciones las dirijan a Dios.
ORAR CON PERFECCIÓN
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 94)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 6, 7-15
Ustedes oren así: Padre nuestro que estás en el cielo
«Hijos míos: Jesús los enseña a orar como Él, y les da el tesoro de la oración perfecta que sale de su boca, pero proviene de su Sagrado Corazón. Imítenlo en todo. También en la oración, porque Él lo sabe todo, lo conoce todo, lo es todo. Él es la verdad, que se revela a través de la palabra, para que la pongan en práctica, y la enseñen a los demás, como Él, a través de palabras que salgan de sus bocas, pero provengan de sus corazones, y a través de su ejemplo.
REMAR MAR ADENTRO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 93)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18
Tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará
«Hijos míos: Imítenme, y tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean, sino obren con misericordia. Oren en silencio, en su habitación, con la puerta cerrada, y dirijan al Sagrado Corazón de Jesús su mirada. Él les enseña a subir al monte alto de la oración con Él, a permanecer en vela, y a remar mar adentro, para tener un dulce encuentro con Él. Mírenlo y dejen que Él los mire. Háblenle, y dejen que Él les hable. Escuchen su voz, enriqueciendo sus almas con su palabra, alimentando de amor sus corazones. Hagan sacrificios y obras de misericordia en su vida ordinaria, ofreciendo todo a Dios para la salvación de las almas. Entonces el Padre que está en el cielo, y está en lo secreto, y ve en lo secreto, se los recompensará.
AMAR Y PERDONAR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 92)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 5, 43-48
Amen a sus enemigos
«Hijos míos: mi Hijo ruega al Padre por ustedes, para que los libre del maligno. Sus llagas son memorial de su muerte y resurrección, que por un solo y único sacrificio justificó a los hombres y los libró de la muerte del pecado. Pero es un sacrificio constante, porque los ha amado hasta el extremo, justificando y redimiendo, no sólo a la generación en la que Él nació y murió, sino a todas las generaciones de todos los tiempos, haciéndolos partícipes de este mismo y único sacrificio. La justificación está en el amor. Hagan obras justas, para que sean ofrenda agradable al Padre.
VENCER AL MAL CON BIEN
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 91)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 5, 38-42
Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda
«Hijos míos: Jesús les enseña con el ejemplo a poner la otra mejilla. Si alguno les golpea en la mejilla derecha, preséntenle también la izquierda. Él ha sido enviado al mundo para darse, y es dándose como glorifica a su Padre. Es amando hasta el extremo como Él se da. Jesús se da con humildad y con generosidad, porque Él es el amor, y el amor es don.
SANTIFICAR EL TRABAJO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 89)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 4, 26-34
El hombre siembra su campo, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece
«Hijos míos: construyan el Reino de Dios santificando el trabajo. Todo trabajo agradable a Dios son obras de misericordia: servir a Dios a través del servicio a los hombres, sembrar la semilla y dejar a Dios hacer.
PERMANECER EN EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 51)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
FIESTA DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
Evangelio según san Lucas 2, 41-51
María conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
«Hijos míos: mi Corazón Inmaculado arde de amor, unido al Sagrado Corazón de Jesús, desde el momento de su divina Encarnación. Compartiendo la misma carne y la misma sangre, se ha inflamado con el fuego de su amor. Tanto los ama, que les ha dado en mí a su Madre, haciéndose su hermano, y les ha dado a su Padre, haciéndolos con Él herederos del cielo. Sean hijos y recuesten su cabeza en mi regazo. Déjenme mostrarles que soy Madre, que yo los cuido y los protejo. Nadie va al Padre si no es por el Hijo. Yo los conduciré a mi Hijo, y los uniré a su Corazón Sagrado en mi Corazón Inmaculado.
REPARAR EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 49)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Evangelio según san Juan 19, 31-37
Le abrió el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
«Hijos míos: ustedes aman a Cristo, porque Él los amó primero. Él es el único Dios verdadero, y Dios es amor. El amor consiste no en que ustedes amen a Dios, sino en que Él los amó primero, y les envió a su único Hijo como víctima de expiación por sus pecados. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
PEDIR PERDÓN Y PERDONAR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 85)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 5, 20-26
Ve primero a reconciliarte con tu hermano
«Hijos míos: amen a sus hermanos, como Jesús los amó. Al que tenga algo contra ustedes, perdónenlo, discerniendo en su conciencia si están siendo injustamente juzgados, o eso que tienen contra ustedes es causado por una mala acción, que de palabra, obra u omisión, o del pensamiento mal intencionado del corazón de ustedes, le haya ocasionado ese sentimiento de rabia o rencor contra ustedes. Pídanse perdón entre hermanos, y reconcíliense con Dios a través del sacramento de la confesión, para que recuperen la paz que sólo Cristo da cuando regresan a su amistad. Todo proviene de Dios, que nos reconcilió con Él por medio de Cristo. Reconozcan a Cristo en sus hermanos y permanezcan en su amistad.
Examinen sus conciencias y encuentren lo que les quita la paz. Sean valientes y pídanle al Espíritu Santo que escrute sus corazones y exponga ante ustedes sus intenciones, para que reconozcan si tienen alguna deuda que pagar, si tienen algo en contra de alguno de sus hermanos, o hay alguno que tenga algo contra ustedes; si perdonan o guardan rencor, si hay alguien a quien hayan ofendido y aún no le piden perdón.
Analicen sus conciencias, y revisen en su memoria y en sus corazones. Afronten su situación si están atados, encadenados a la prisión de los recuerdos de sus actos y la culpa de la soberbia que les impide pedir perdón, y reconcíliense con sus hermanos. Pidan la gracia de hacer un buen examen de conciencia, y una buena confesión, que los lleve a la paz de la reconciliación con Cristo, y lleven esa paz a sus hermanos.
Perdonen a sus adversarios, oren por sus enemigos. Amen al que los ofende, al que los calumnia, al que los difama. Hagan el bien a quien hace el mal, para que sean ejemplo de amor, de valor, de entrega, de perdón. Pidan perdón y perdonen, una vez, otra vez, otra vez… setenta veces siete… hasta que en sus corazones encuentren la paz. Y trabajen por la paz, reconciliando a sus hermanos, enseñándoles a perdonarse unos a otros, con rectitud y justicia, para que vivan en paz.
Yo soy la Reina de la paz y la Puerta del cielo. Yo busco en mis hijos la reconciliación y la paz. Guarden en sus corazones mi paz, para que la lleven a todas las casas, a todas las familias, a todos los rincones del mundo. Oren conmigo, y sean bienaventurados trabajando por la paz, porque serán llamados hijos de Dios».
APRENDER Y ENSEÑAR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 84)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 5, 17-19
No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud
«Hijos míos: Jesucristo es la palabra. Él es el que es, el que era, y el que ha de venir. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Él no ha venido a abolir la ley, sino a darle plenitud, y se cumplirá hasta la última letra, porque Él es, y no puede contradecirse a sí mismo.
BRILLAR PARA ILUMINAR EL MUNDO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 83)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 5, 13-16
Ustedes son la luz del mundo
«Hijos míos: Cristo es la luz del mundo. Él encendió sus corazones con la luz del amor del Espíritu Santo, por lo que ustedes dicen sí, cada día, para tomar su cruz y seguirlo. Él los ha iluminado con la luz de la verdad, y los ha enviado para que den testimonio de esa verdad, con sus vidas, con sus obras, con su amor, para ser luz del mundo y sal de la tierra.
PERMANECER FIELES
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 82)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 5, 1-12
Si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir
«Hijos míos: permanezcan conmigo, y aprenderán a imitarme. Aprenderán de mí las virtudes. Pero, sobre todo, amarán mucho. Aprenderán de mí a ser humildes y pobres de espíritu, y será suyo el Reino de los cielos. Aprenderán a llorar conmigo, y serán consolados. Aprenderán a sufrir con paciencia, y heredarán la tierra. Aprenderán a tener hambre y sed de justicia, y serán saciados. Aprenderán a obrar con misericordia, y recibirán misericordia. Aprenderán a mantener la pureza de corazón, y verán a Dios. Aprenderán a trabajar por la paz, y serán llamados hijos de Dios. Aprenderán a soportar las persecuciones por causa de la justicia, a agradecer y a alegrarse conmigo cuando los injurien y los calumnien, cuando los persigan y los maldigan por la causa de Cristo, y serán bienaventurados, porque su recompensa será grande en el Cielo.
¡Dichosos sean ustedes, que han creído! Nada puede separarlos del amor de Dios, porque está en Cristo Jesús, y Él está con ustedes. Perseveren y demuéstrenle al Señor su fidelidad y su lealtad a su amistad, soportando con paciencia, y alabándolo y adorándolo también en medio de la tormenta, de la tribulación, de la inclemencia, de la persecución, de las injurias, y de los falsos testimonios y mentiras levantados en contra de ustedes.
Yo estoy aquí para mostrarme Madre, para consolarlos, para auxiliarlos, para protegerlos, para ayudarlos, para consentirlos, para cuidarlos, para acompañarlos, para abrazarlos. Que no les aflija y no les preocupe cosa alguna, porque yo les muestro el camino seguro, y siempre los llevo de vuelta a Jesús.
Permanezcan firmes ante la persecución, ante la tormenta y la tribulación, y sigan construyendo con alegría las obras de Dios, en la esperanza, en la fe, y en el amor de Cristo, reparando su Sagrado Corazón».
PERMANECER UNIDOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 80)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 3, 20-35
Si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir
«Hijos míos: la victoria en el campo de batalla en medio del mundo es a través de ustedes, mis guerreros, poniendo su fe en obras, luchando, protegidos con el arma más poderosa que expulsa demonios, y es defensa ante los ataques del enemigo, fortaleza y auxilio: el rezo del Santo Rosario. La fuerza del ejército de Dios está centrada en la unidad de sus soldados, que luchan no solos, y no por sí mismos, porque ellos no tienen la fuerza, sino que luchan unidos con Cristo, porque Él es el centro, Él es la fuerza, y es con Cristo, por Él y en Él, que el ejército gana para Dios todas las batallas.
Permanezcan unidos a la fuente de vida, que es Cristo, en una sola familia, un pueblo santo de Dios, reunidos en un solo rebaño, cumpliendo la palabra del Señor, porque un pueblo dividido es un pueblo débil, frágil, fácilmente tentado, acechado y destruido.
Un pueblo dividido es un pueblo en donde falta fe, en donde no hay esperanza, en donde la caridad no se ve. Satanás es la mentira, la división, la enemistad, las cadenas, la oscuridad. Él es quien divide, quien promueve que se alejen del Señor, y que lo abandonen a través de las tentaciones del mundo del pecado, porque lo hace atractivo a los ojos del mundo, que son los ojos de los hombres que están divididos, que no están unidos a Cristo, que no están con Él, sino contra Él.
El que permanece en la presencia del Espíritu Santo, permanece en Dios. Invoquen al Espíritu Santo, para que permanezca en ustedes, porque Él es derramado a los corazones de los que aman a Dios.
A través del bautismo por el Espíritu Santo los hombres son unidos al Hijo para ser parte de esa Santísima Trinidad, en la que alcanzan la vida para darle gloria a Dios. Y ya no son esclavos, sino hijos, y Él se complace en ellos, haciéndolos parte de su gloria.
Yo me complazco en ustedes cuando unen todos todo, sus trabajos y cada pequeño sacrificio, al único sacrificio agradable al Padre: el sacrificio de su Hijo amado Jesucristo, en quien tiene sus complacencias. Ustedes han sido elegidos como soldados de Dios para proteger el tesoro de la fe, que une a los hombres a Dios a través del amor».
DARLO TODO A DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 78)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 12, 38-44
Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos
«Hijos míos: Jesús, siendo rico, se ha hecho pobre, para entregarles su riqueza. Él ha dado todo, hasta la vida, amándolos hasta el extremo, para hacerlos suyos. Era necesario que mi Hijo fuera crucificado, para recuperarlos a todos. Es necesario que ustedes, mis hijos, sufran conmigo, y que en este sufrimiento se entreguen por completo, para corresponder al amor, para reparar las heridas de su Sagrado Corazón, que se compadece y nunca los abandona, que se entrega por completo, y en la entrega de ustedes los consuela.
Reciban en sus sufrimientos al Espíritu Consolador, y retornen el amor, para reparar las heridas causadas por los pecados cometidos por ustedes, y por el mundo entero. Y en medio del dolor les invadirá una profunda paz, que les permitirá sentir y sufrir y llorar, pero también permanecer de pie, y contemplar y acompañar al crucificado, que fue elevado y expuesto al mundo por sus pecados, en la pobreza, desnudo, sin nada y, aun así, entregando todo lo que le quedaba para vivir: su sangre, hasta la última gota.
Jesús se admira de la generosidad y de la humildad de los pobres, y de la avaricia y el egoísmo de los ricos. Él ve las obras, pero habla de los corazones, de la pobreza de espíritu y de la riqueza mundana, causada por las tentaciones, que lleva a dejar morir el alma por vivir en medio de ostentaciones.
Acudan a la oración sincera. Esa que se siente desde el corazón, y descubran qué es lo que les falta entregar a Dios, qué tienen guardado, qué es lo que los tiene atados, lo que no han soltado. Eso que ustedes sienten que necesitan para vivir, dénselo, y entonces serán plenamente felices, vaciándose del mundo y llenándose de Dios, no dando lo que les sobra, sino dando con humildad y generosidad el amor de sus corazones, que es todo lo que tienen para vivir».
RECONOCER AL VERDADERO REY
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 77)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 12, 35-37
¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?
«Hijos míos: yo amo con amor de madre, que es el amor con el que amo a mi Hijo, el amor con el que amo a todos mis hijos. Pero el amor de mi Hijo es más grande, es amor de Dios. El amor de Dios ama y sufre como Dios. Por eso mi dolor es infinito, porque aun cuando yo no puedo amar ni sufrir como Él, es amor y sufrimiento maternal. Yo gozo de la presencia de mi Hijo, y gozo de mi amor maternal, que es el amor más grande que hay después del amor de Dios. El entendimiento no lo alcanza a comprender, sino sólo un corazón puro, dispuesto y entregado.
El amor de Dios es tan grande, eterno, infinito, que aun a costa de su misma gloria hace justicia y se entrega a sí mismo por amor. Él es el amor. Yo detengo esa justicia, porque ¿quién no hace caso a las peticiones de su madre? Y Él me ha concedido este tiempo que yo le he pedido para conseguir la obra grande que Él ha deseado: el retorno de todos sus hijos a Él, la eternidad con todas las almas en la misma gloria, en alabanza y adoración, que sólo entienden los que han recibido la gracia de la oración plena, de la unión con Él, de la entrega del corazón en unión con el corazón de mi Hijo Jesús.
Él ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, y ha sido coronado como Cristo Rey del Universo. Y le ha sido otorgado todo el honor, el poder y la gloria, porque Él fue enviado al mundo y, siendo Dios, se anonadó a sí mismo, y se hizo hombre, nacido de una mujer de la estirpe de David, para ser llamado Hijo de Dios, Hijo de hombre, Hijo de David; para ser coronado con la corona de la burla, y ser crucificado, para ser llamado Rey de los Judíos, cumpliendo con su misión, derramando su sangre hasta la última gota, para el perdón de los pecados de los hombres.
Ustedes son sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido en propiedad, para que pregonen las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz».
CREER Y ADORAR LA EUCARISTÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 42)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26
Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.
«Hijos míos: yo fui la primera adoradora del cuerpo y la sangre de Cristo. Yo fui la primera en recibir la Eucaristía, y la primera en proclamar este misterio de fe. Porque fue engendrado en mi vientre virgen, y yo misma lo vi nacer. Y lo deseé, y lo amé, y lo recibí, y lo adoré, desde que me fue anunciado.
Por la fe sabrán que Él vive en ustedes y ustedes en Él, y que su presencia en la Eucaristía es presencia viva, es carne, es sangre, es alma y divinidad. Es verdadera comida y verdadera bebida, para la vida eterna.
Todo el que crea en que Jesucristo es el único Hijo de Dios, no morirá, sino que tendrá vida eterna. Por tanto, el que crea en Jesucristo, debe creer también en la Eucaristía, que es su presencia real, substancial y viva. Es don, es gratuidad, es comunión, es alimento, es deidad, es ofrenda, es perdón, es bebida de salvación, es el cuerpo, es la sangre, es la humanidad y es la divinidad de Cristo.
Esa es la verdad revelada al mundo, por la misericordia del Hijo de Dios hecho hombre, crucificado, muerto, y resucitado, transformado en la única ofrenda, y sacrificio agradable al Padre.
La Eucaristía es el misterio de su fe. Crean, hijos míos, porque hasta los demonios creen, y tiemblan. Crean, y si no creyeran, aun así, pidan fe, humillen sus corazones, y pidan perdón. Conserven la esperanza y manifiéstenle su amor al Hijo de Dios, arrodillándose al pronunciar su Nombre, acudiendo al Sagrario con la disposición de, al menos, creer que Él les dará la fe que les falta. Entonces abrirá sus oídos para oír, y sus ojos para ver.
Adoren a Jesús en la Eucaristía, y vivan en la alegría de la presencia del Señor resucitado, que está viva en su Palabra y en la Eucaristía, que es verdadera comida y verdadera bebida de salvación, y es misericordia para la vida del mundo, por la que ustedes permanecen en Él y Él en ustedes, en un solo cuerpo y en un mismo espíritu: en el cuerpo y la sangre de Cristo».
CREER EN EL HIJO DE DIOS VIVO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 75)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 12, 18-27
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos
«Hijos míos: mantengan los ojos y los oídos abiertos y receptivos a la Palabra de Dios, que está viva y permanece viva, porque Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.
La Palabra de Dios es eficaz, y más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas, y discierne sentimientos y pensamientos del corazón. Por tanto, al que escucha, la Palabra misma le abre el corazón, para que sea consciente de su vida, para que se arrepienta y pida perdón, y consiga la gracia de la conversión, llevando a la práctica la Palabra, fortaleciendo su alma, porque edifica su casa cimentada sobre roca. La palabra de Dios desnuda el alma, limpia, purifica, manifestando el poder de Dios, para que crean en su Hijo, y se salven.
Cristo está vivo. Es el Rey de los ejércitos. Es Sacerdote, es Víctima y es Altar. Es Palabra viva. Es alimento de vida y es bebida de salvación. Es cabeza de la Iglesia y es fuente de vida. Es salvación, es Sacramento, es el Primogénito, es el primero y el último, es el Alfa y la Omega, es el principio y el fin, es el centro de todo. Es Eucaristía. Cristo es Rey de reyes y Señor de señores. Es el dueño de los ejércitos, y el que consigue la victoria.
Ustedes pertenecen al pueblo Santo del Rey. Pero tienen necesidad de muchas cosas; muchas son sus miserias y su necesidad de misericordia. En el mundo todo debe tener un orden, para que funcione según el plan de Dios. Y hasta la vida misma, engendrada por un hombre y una mujer, debe tener un orden, y ser engendrada a través del matrimonio, formando una familia, para ser parte y pertenecer, para ser cuidada, protegida, guiada, custodiada y preparada para formar parte del pueblo santo del Rey. Un solo cuerpo, en donde todos se ayudan y todos se afectan, y al que se unen a través de los sacramentos, en los que Cristo, que es el Rey, actúa directamente con su gracia, para llevar a todas las almas al cielo, pasando de la muerte de sus cuerpos a la vida eterna en su resurrección, para hacerlos parte de su paraíso, en el que ya no se casarán y ya no morirán, porque serán todos como los ángeles e hijos de Dios.
En el mundo hay mucha tribulación, pero Cristo ha vencido al mundo. Avancen sin detenerse, y sin resignarse a quedarse a medio camino. El camino es Cristo, y ha de llevarlos a la plenitud de su encuentro para la vida eterna, en el sí constante de la entrega confiada, abandonada y obediente de la voluntad de ustedes, por su divina misericordia. Cristo es la vida, y con su vida ha destruido la muerte, para darles a ustedes vida para siempre».
DAR A DIOS QUE ES SUYO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 74)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 12, 13-17
Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
«Hijos míos: Jesús, que es la sabiduría infinita, dijo a los que lo perseguían y le tendían trampas: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y los dejó admirados. Esas son palabras sabias y verdaderas. Son palabras que salen de la boca, pero provienen del corazón del que ha sido puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción. Y se lo dice a ustedes, para que no se equivoquen.
Adoren a su Señor, que es el único Dios verdadero, y renuncien a la idolatría y a las falsas predicaciones, que son palabrería, reconociendo a Jesucristo como su único Dueño, Amo y Señor. Den al César lo que es del César, y den a Dios lo que es de Dios, porque nadie puede servir a dos señores, porque odiará a uno, y amará al otro, se entregará a uno y despreciará al otro, porque no pueden servir a Dios y al dinero.
Escuchen la voz del Señor, y acaten su palabra. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y no se preocupen de nada, porque todo lo demás se les dará por añadidura. Oren, para que puedan descubrir la voluntad de Dios, para cada uno, en cada momento y circunstancia de su vida.
El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, la perfección de Dios debería reflejarse en cada hombre. Pero el pecado, cuando tiene dominado al hombre, lo mancha, desvirtúa esa imagen de la perfección. Sin embargo, lo que es perfecto está hecho a imagen de lo perfecto, permanece intacto en la esencia de su ser, y eso es lo que los hace alcanzables a la santidad, que ha de ser por ustedes deseable.
Que el Espíritu Santo, Maestro divino, conserve en ustedes la belleza y la perfección, porque el brillo en ustedes es la esencia del Verbo divino. Que su luz sea la luz de ustedes, y el amor sea su camino. Permanezcan junto a mí. Yo les doy mi compañía, para que busquen a Cristo, encuentren a Cristo, y amen a Cristo».
CREER PARA SER DICHOSOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
FIESTA DE LA VISITACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 37)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas 1, 39-56
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?
«Hijos míos: “Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. Dichoso el que bendice a la Madre y al Hijo de Dios. Dichoso el que cree, y repite estas palabras. Dichosos sean ustedes que han creído, que han confiado y se han abandonado en la voluntad de Dios, porque es así como permiten que Él actúe en ustedes.
CREER EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 39)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 28, 16-20
Bauticen a las naciones en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
«Hijos míos: está escrito que tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su único Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Esa es la misión del Hijo, que, aun siendo enviado, permanece unido al Padre, porque son uno, en el Espíritu, en una Santísima Trinidad, tres personas distintas y un solo Dios verdadero.
Él ha sido elevado, su costado ha sido perforado, y su Sagrado Corazón expuesto, que revela al mundo el poder de su infinita misericordia, derramada en su sangre hasta la última gota, para unir al pueblo de Dios con Él, por los lazos indisolubles del Espíritu, a través de los sacramentos, haciendo discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Eleven su mirada al cielo y pídanle a la Santísima Trinidad fe, para ustedes, y para el mundo entero. Y por esa fe caminen con los pies en el suelo, pero con el corazón en el cielo, participando de esa unión trinitaria de Dios, que, por Cristo, los hace uno con el Padre en el Espíritu, para que hagan sus obras, creyendo que Él es el único Hijo de Dios, que ha venido al mundo para liberarlos, para salvarlos, para perdonarlos, para librarlos de la esclavitud del pecado y de la muerte, para darles vida en abundancia. Permanezcan unidos a Cristo. Lo que une es el amor. Crean en la divinidad trinitaria: tres personas distintas, un solo Dios verdadero, que santifica, que salva, y que da vida eterna.
Yo soy Madre del Amor y Madre de Misericordia. Así es como soy Templo, Trono y Sagrario de la Santísima Trinidad, que es un solo Dios, y que vive en mí y yo vivo en Él. Y Él es desde siempre y para siempre.
Yo soy hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo, y esposa de Dios Espíritu Santo. Yo soy misericordia y auxilio para ustedes, mis hijos, para que reciban la gracia para permanecer en la virtud, en la fe, en la esperanza y en el amor, que Dios ha infundido en sus corazones por el Espíritu Santo que les ha sido dado».
DEJARSE TRANSFORMAR POR EL PODER DE CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 69)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 11, 27-33
¿Con qué autoridad haces todo esto?
«Hijos míos: el poder de Dios se ha derramado en misericordia y gracia al mundo, a través de un hombre que también es Dios, que tiene la naturaleza humana y tiene la naturaleza de la divinidad. Poder para enseñar con autoridad y sabiduría, porque tiene al Espíritu Santo que lo guía.
El sacrificio de mi Hijo es único y eterno. Y, aunque vino al mundo y murió, y resucitó de entre los muertos, haciendo nuevas todas las cosas, Dios respetó la naturaleza humana tal como había sido creada en un principio, para su gloria: carne mortal, tentada y probada, para unirse con Cristo en la mortificación, en un solo y eterno sacrificio.
El alma de los hombres ha sido transformada y purificada por el agua del bautismo, para ser preservada en la pureza sin mancha ni pecado, para unirla a Cristo en una misma ofrenda para Dios Padre, creyendo en que Cristo es su único Hijo -que vino para salvarlos, y darles la vida eterna-, y cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios. Esa es la cruz que deben compartir, en la que deben permanecer y perseverar. Pero esto sólo se logra con Cristo. La fuerza es de Él. La fuerza está en el amor y se recibe a través de la oración. Él es el amor, el que ama y el amado.
La oración es dedicar tiempo al amado, pensar en el amado, compartir con el amado, confiar en el amado, entregarse al amado, agradecer al amado, adorar al amado, alabar al amado, disponerse a recibir al amado y a recibir del amado, mirar al amado y dejarse mirar por Él, amar al amado y dejarse amar por Él, descansar en el amado y ofrecerle una morada de descanso a Él. La oración es la unión con el amado. La perfección en la oración se alcanza en una unión indisoluble del alma con su creador.
Permanezcan conmigo al pie de la Cruz, orando, adorando, amando, para que, por el poder de la oración, sean como el discípulo amado, a los pies de Jesús, compartiendo su Cruz, para que se abandonen en Él, pero que nunca lo abandonen».
PROTEGER CON CELO EL TEMPLO DE DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 68)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 11, 11-26
Mi casa será casa de oración para todos los pueblos
«Hijos míos: yo soy templo y sagrario de Dios. Soy Madre del cuerpo de Cristo y, por tanto, Madre de Dios y de la Santa Iglesia.
Soy esposa del Espíritu Santo, y por este matrimonio indisoluble permanezco en unión eterna, por el cual ha sido engendrada la luz en mi vientre, para que nazca la luz para el mundo. Soy hija de Dios Padre, y sólo a Él pertenezco. Soy por tanto hija, esposa y madre de Dios, templo y sagrario de la Santísima Trinidad, protectora del arca de la alianza, y de los templos de la nueva alianza, en donde habita el Espíritu Santo.
Yo protejo los templos de Dios, que son ustedes, y procuro su pureza, con mi intercesión y mis cuidados de madre. Cristo ha hecho nuevas todas las cosas. Su sacrificio es único y eterno, y renueva y reconstruye constantemente el templo -que ustedes destruyen con sus pecados-, cuando se acercan a Él con el corazón contrito y humillado y, pidiendo perdón, vuelven a la reconciliación con aquel que tanto los ha amado; que no se ha ido, sino que se ha quedado a vivir en ustedes, con ustedes, a pesar de haberlo crucificado, de haberlo abandonado, porque han caído cuando han sido tentados.
Cuiden, respeten, protejan, defiendan y custodien sus cuerpos, con el celo apostólico de quien cuida lo sagrado para que no sea profanado, porque ustedes son el templo de Dios, morada del Espíritu Santo, y quien mantiene digno el templo, lo santifica.
Acudan, hijos míos, al trono de la gracia. Dios no se muda, nunca abandona, no los deja solos, es paciente, y todo perdona».
ORAR POR LOS SACERDOTES
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
FIESTA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 38)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 22, 14-20
Hagan esto en memoria mía
«Hijos míos: adoren el cuerpo y la sangre de Cristo, y su presencia real y substancial en la Eucaristía, desde el preciso momento en que el sacerdote pronuncia las palabras con las que Jesús instituyó el sacerdocio: “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Palabras que pronunció el mismo Cristo, compartiendo la mesa con los que Él llamó, eligió y ordenó, para ser configurados y ser igual en todo a Él, Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Y los hizo uno con Él, dándoles su poder, configurándolos con su cuerpo, con su sangre, con su alma, con su divinidad, y con sus mismos sentimientos, para ser sacerdotes para siempre; para continuar su misión y su obra redentora, conquistando los corazones de los hombres con el amor de Dios, para que acepten en libertad y por su propia voluntad la salvación que Él les ha venido a ganar; para administrar su misericordia derramada en la Cruz; para que todos los hombres sean iluminados con la luz del Evangelio, se arrepientan y crean; para darle vida al mundo a través de los sacramentos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; confirmándolos en la fe, perdonando sus pecados, alimentándolos con el cuerpo y la sangre de Cristo y con su palabra, uniéndolos en matrimonio reuniendo a las familias en un solo pueblo santo de Dios, ungiendo a los enfermos para darles su fuerza y su paz; para reunirlos con la Madre de Dios; para ir al encuentro de Jesús; para transmitir el amor del Señor por su pueblo, y enseñarlos a amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos.
Es muy grande la misión de mis hijos sacerdotes. Aquí estoy yo para mostrarme Madre. Que sea mi auxilio para ustedes, para que, a través de ustedes, llegue a mis hijos sacerdotes, aquellos a los que el demonio les hace la guerra. Mi auxilio llega a ellos, a través de la oración de intercesión de ustedes y la meditación de los misterios del Santo Rosario. El Espíritu Santo que está siempre conmigo, cuando lo rezan, se siente muy halagado. Se desborda sobre ustedes con regalos.
Recen el Rosario y vivan lo que ahí meditan: la vida, la pasión, la muerte y la resurrección de mi Hijo Jesucristo, y mi alegría por haber sido sin pecado concebida y elevada al cielo, coronada con doce estrellas sobre mi cabeza, y haberme concedido el poder de proteger a mis hijos y pisar la cabeza del enemigo.
Yo los protejo y los bendigo. El sacerdote es el mismo Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote, que reina por los siglos».
BEBER EL CÁLIZ DEL SERVICIO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 66)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 10, 32-45
«¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?»
«Hijos míos: nadie puede juzgar ni culpar a una madre por pedirle y suplicarle a Dios lo que ella considera mejor para sus hijos. Esas peticiones deberían de alabarse, porque son intercesión con toda la fuerza del amor de un corazón a imagen de Dios: corazón de madre, porque Dios, que es amor, es padre y es madre, y para sus hijos lo tiene todo, los conoce a cada uno, y sabe para cada uno qué es lo mejor.
No está mal desear el mejor lugar en la gloria de la eternidad. Desear sentar a los hijos a la derecha y a la izquierda de Cristo es desear la santidad.
Cristo es el modelo de vida para alcanzar la vida, dando ejemplo con su vida, mostrando el camino haciéndose camino, para llegar a Dios a través del servicio. Porque Él no ha venido a ser servido sino a servir. Y yo he nacido y crecido en el mundo para servir con mi vida al que ha venido a servir.
Imítenme en la virtud, en el silencio, en la vida de servicio y en mi entrega a Cristo al pie de su Cruz, sosteniendo, contemplando, orando, adorando, amando, sirviendo. Aprendan a vivir como yo, tratando a Cristo como lo trato yo, con humildad, con familiaridad, con caridad, con entrega de vida en el servicio a los demás. Yo soy la última, porque yo he nacido para servir al primero, que ha querido hacerse último, el principio y el fin, el alfa y la omega.
Yo ruego a Dios pidiendo por ustedes, para que crezcan en estatura y en sabiduría; que sean humildes, obedientes, pacientes, prudentes, piadosos, perseverantes, justos y misericordiosos; que permanezcan en la virtud y en la fe, para que resistan a la tentación; que amen a Dios por sobre todas las cosas y beban del cáliz de mi Hijo, que es de servicio al prójimo, de entrega, de renuncia, de aceptación a la voluntad de Dios, de cruz; pero de alegría, porque al Señor se le sirve con alegría todos los días, sirviéndose unos a otros, amándose los unos a los otros, dando la vida por los amigos, haciéndose últimos, como último es Él; haciéndose pequeños, como pequeño se hizo Él, para que sean grandes como Él, y sean primeros, como primero es Él. Ese es el ejemplo que Él les ha dado, para que ustedes hagan lo mismo, porque no es más el siervo que su amo.
No tengan miedo, porque no están solos. Él es su amigo, Él los invita, Él brinda con ustedes, y ustedes beben de su cáliz con Él. Él está con ustedes todos los días de su vida, hasta el fin del mundo. Yo medito todo esto en mi corazón, y todo lo hago por amor de Dios».
DEJARLO TODO PARA GANARLO TODO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 65)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 10, 28-31
Recibirán cien veces más en esta vida, y en el otro mundo, la vida eterna
«Hijos míos: yo les doy mi auxilio para que ganen todas las batallas, y les traigo la paz para que la lleven a los demás. El hombre por naturaleza busca a Dios, porque está creado para Dios, pero la tentación lo confunde, y el egoísmo lo lleva a la soberbia, y a creerse tan sabio como Dios. Y busca conseguir la belleza del mundo y no admirar la belleza de Dios. Y ambiciona la riqueza del mundo y pierde la riqueza de Dios, que envió a su único Hijo al mundo y, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecerlos con su pobreza.
Qué difícil es la lucha cuando la batalla significa renunciar a los tesoros del mundo para acumular tesoros en el cielo. Qué difícil resulta la victoria y qué fácil es la derrota, cuando su deseo es la gloria y el poder en el mundo. Qué difícil es para un rico entrar en el Reino de los cielos, porque debe despojarse de todo: de la falsa belleza, de la vanidad, del orgullo, del dinero, de la idolatría, de la comodidad, del poder, de las ambiciones, de las riquezas…, porque está henchido de egoísmo y de soberbia, que le causa apego desmedido al mundo y resistencia al cielo. Pero para Dios no hay imposibles. Dejen ustedes todo, oren, pidan, trabajen por la paz y esperen, porque recibirán cien veces más en este mundo y la vida eterna.
Las batallas se ganan con amor. Ustedes, que han creído en Él, y se han enamorado del amor, que es Él; que se han despojado de sí mismos, y han tomado su propia cruz y lo han seguido; que han rechazado tantas veces la tentación; que escuchan su palabra y la ponen en práctica, y la proclaman, y la enseñan, y la aplican a su vida, meditándola en sus corazones, llevándola todos los días a su oración que los lleva al encuentro con el Señor; que viven la fidelidad y permanecen en su amistad, y nunca lo abandonan; que aman a Dios por sobre todas las cosas, y manifiestan ese amor a través de las personas, amándolos como Él los amó; que sufren con paciencia y sirven con alegría, vaciándose de ustedes, para que sea Cristo quien viva en ustedes; les ha dado su mayor tesoro, el mejor auxilio y la mejor compañía: les ha dado a su Madre, para que los lleve siempre de su mano por camino seguro, y les ha dado el Pan vivo bajado del cielo, para alimentarlos de Él en esta vida, y alcanzar con Él la vida eterna, para que, siendo el último, sean el primero. Les da el ciento por uno en esta vida, junto con persecuciones, para que nunca se gloríen si no es en la cruz de su Señor, para que compartan en la vida eterna su Paraíso.
Ustedes están bajo mi sombra y mi resguardo. Están bajo la protección de mi manto. Acompáñenme, porque yo los ayudo a resistir firmes en la fe, fuertes en la batalla y humildes en la victoria».
RECIBIR A MARÍA COMO VERDADERA MADRE
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
FIESTA DE SANTA MARÍA MADRE DE LA IGLESIA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 97)
ESCUCHAR EN AUDIO 
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 19, 25-34
Ahí está tu Hijo – Ahí está tu madre.
«Hijos míos: yo he sido creada para ser Madre, y engendrar al Hijo de Dios, para formarlo y entregarlo al mundo, para que crean en Él y en que Él es el Hijo de Dios, que ha sido enviado al mundo para salvar a los hombres. Mi misión continúa como Madre de la Iglesia y de todos los hombres, para engendrar y formar a Cristo en sus corazones, intercediendo con mis oraciones, para que reciban los dones y las gracias del Espíritu Santo, para que sean unidos en Cristo y den buen fruto, y ese fruto permanezca.
RECIBIR AL ESPÍRITU SANTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 96)
ESCUCHAR EN AUDIO 
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 20, 19-23
Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo: Reciban el Espíritu Santo.
«Hijos míos: el Señor ha venido a traerles la paz, y los envía a llevarla a los demás. Pero no los envía solos, los envía con el Espíritu Santo que les ha sido dado. Recíbanlo, y permítanle que haga su morada en ustedes y, con docilidad, abandónense a sus inspiraciones, y déjenlo actuar, para que sea Él quien obre en ustedes, quien hable a través de ustedes, y quien transforme sus corazones.
INVOCAR AL ESPÍRITU SANTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
SÁBADO DE LA SEMANA VII DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 95)
ESCUCHAR EN AUDIO 
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 21, 20-25
Éste es el discípulo que ha escrito estas cosas, y su testimonio es verdadero
«Hijos míos: el Espíritu Santo, que es Dios verdadero de Dios verdadero, intercederá por ustedes, pidiendo lo que les conviene con gemidos inenarrables, que el Padre comprende. Todo lo que ustedes pidan en el nombre de mi Hijo les será concedido.
Es el Espíritu Santo el que une, el que consuela, el que santifica, el dador de vida, el que enciende los corazones, el que da luz, el que sana, el que inspira, el dador de dones, el que lava y vivifica, el que pide lo que necesitan y no saben pedir. Es el que espera con paciencia que la voluntad le sea entregada para doblegar la soberbia, y actuar y transformar el corazón, para unirlo y hacerlo uno solo en Cristo. Es el que se posa para encender de fuego el alma para conducir otras almas a Dios. Efusión infinita de amor que alberga el espíritu, uniéndolo en uno solo en Cristo. Es, por tanto, el consolador que renueva, que fortalece, que concede la unidad de vida.
Entreguen su voluntad y permanezcan dispuestos a recibir los dones, frutos y carismas que no saben pedir, pero que el Espíritu Santo concede a los corazones que los desean para ponerlos al servicio de los demás, para gloria de Dios. Dones de Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios. Frutos de Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fidelidad, Modestia, Continencia, Castidad. Carismas que generen la armonía y la unidad para la edificación del cuerpo de Cristo.
Acompáñenme y oremos juntos para que el Espíritu Santo los reúna en torno a mí, para que sean consagrados a mi Inmaculado Corazón y, en esta disposición, yo interceda ante el Espíritu Santo para que reciban todo lo que les conviene, y tengan la fuerza de dar a Jesús una respuesta concreta, acompañada de pasos decididos detrás de Él, siguiendo sus huellas en el camino, cuando Él les dice “sígueme”».
PERMANECER UNIDOS EN LA PAZ DEL ESPÍRITU SANTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
VIERNES DE LA SEMANA VII DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 94)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 21, 15-19
«Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”
«Hijos míos: yo los reúno bajo la protección de mi manto, para que permanezcan unidos para recibir al Espíritu Santo, que vendrá como lenguas de fuego bajado del cielo, e infundirá en sus corazones los Dones de Dios, para caminar en el camino de santidad, que es Cristo. Él pregunta: ¿me amas? Se lo pregunta a Pedro y a cada una de las ovejas de su rebaño. Y está esperando a que le contesten.
“Te amo”. Qué palabras tan sencillas, pero tan profundas, y con tanto significado. “Te amo”. Qué palabras tan hermosas y fáciles de escuchar, pero tan difíciles de pronunciar. “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Es verdad que lo sabe, pero le gusta que se lo digan, y que se lo demuestren, porque la boca habla de lo que hay en el corazón, y las obras lo manifiestan. “Te amo, Jesús, te amo”. Díganselo muchas veces. Sabia jaculatoria, que expresa en sí misma toda alabanza y gloria. Y demuéstrenselo permaneciendo unidos en su rebaño, dejándose conducir con docilidad al manantial de agua viva, para tener vida, alimentándose con el pan vivo bajado del cielo, que es alimento de vida eterna, que los apacienta porque los sacia con su gracia.
Deténganse y rectifiquen el camino que los aleja de su vida de piedad para sumergirlos en el activismo que ocupa sus mentes, su tiempo y sus corazones; que llena sus vidas de muchas cosas, pero se siente vacía, porque muchas cosas son importantes, pero sólo una es necesaria.
Vuelvan a la oración. Vuelvan al diálogo con el Señor. Vuelvan al Sagrario, y llénense de su amor, para que puedan decirle: “te amo, Jesús, te amo”, con palabras que salen de sus bocas, pero que provienen del corazón.
Amen a Jesús, y díganselo con palabras y con obras de amor, perseverando con fe, con esperanza y con caridad, en la fidelidad a su amistad. Reciban la paz del Espíritu Santo. Glorifiquen al Señor con sus vidas, y síganlo».
PROCURAR LA UNIDAD
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
JUEVES DE LA SEMANA VII DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 93)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 17, 20-26
«Que su unidad sea perfecta”
«Hijos míos: ustedes han sido unidos a la Santísima Trinidad por Cristo, con Él y en Él. Son uno con Él y conmigo, como uno es el Padre y el Hijo. El Hijo en el Padre, el Padre en el Hijo, en un mismo amor procedente de ellos dos: el Espíritu Santo, con quien son un solo Dios, tres personas distintas. Cada uno es Dios, no tres dioses, sino un solo Dios verdadero. Y esa es la profesión de la verdadera fe, en la que cada uno de mis hijos debe decir con convicción: “Yo creo”, para permanecer unidos en el amor.
Yo les pido que no sólo crean, sino que vivan y experimenten su fe. Que amen y estén unidos al Amor, para no separarse de Él. Hagan una sincera profesión de fe y entréguenle su voluntad y su libertad, para ser todos de Él. Eso le dará mucha alegría a mi Inmaculado Corazón.
Jesús ruega al Padre por ustedes, y los conduce por camino seguro para que sean salvados. Pero es por las obras de ustedes que su fe alcanzará la perfección. Y por sus frutos los reconocerán. Procuren que sus obras les alcancen la unidad en Cristo. Él los ha llamado a participar de su vida, de su pasión, de su muerte y de su resurrección, para que participen también de su gloria, para que sean uno con Él, así como su Padre y Él son uno; y ese es un privilegio, tomando en cuenta que son tan solo indignos siervos, pero que han sido elegidos por Él, porque los ama.
Quien conoce al Hijo conoce al Padre; quien conoce al Hijo y conoce al Padre ama a Dios, cree en Dios, vive unido a Dios, permanece en el amor. Yo ruego al Padre para que envíe al Espíritu Santo sobre ustedes, y los llene, y los desborde de piedad, para que se amen unos a otros, y obren con misericordia, y que sea su fruto la santidad, en unidad, para que sean uno con el Padre en mi Hijo».
CONFIAR EN LA PROTECCIÓN DEL REY
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
MIÉRCOLES DE LA SEMANA VII DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 92)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 17, 11-19
«Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”
«Hijos míos: ¿de qué se preocupan? ¿No estoy yo aquí que soy su madre?
Dios, en su infinita bondad, me ha permitido reunirlos, como Él siempre ha querido, en su abrazo misericordioso, como una gallina reúne bajo sus alas a sus pollitos, para protegerlos y para enviar al que vivifica con su fuerza: el Espíritu Santo. Mi Hijo, que ha subido al cielo, se ha quedado en presencia, en cuerpo, en sangre, en divinidad, en Eucaristía, para que ninguno de los que su Padre le ha dado se pierda. Pero la batalla es dura. La mies es mucha, y los obreros pocos, y están débiles, porque tienen miedo, les falta fe. Es tiempo de reunirlos para fortalecerlos, y Él me ha dado los medios para reunir a los dispersos, en un abrazo misericordioso de Padre, a través de mi presencia de Madre. Y Él ora al Padre por ustedes, para que los proteja del maligno, porque el Maestro nunca desampara a su discípulo. El amigo es fiel y nunca traiciona. El que ama permanece en todo momento y nunca abandona.
El Rey ha venido a liberarlos de las cadenas con las que estaban atados al mundo, porque ustedes no son del mundo. Él ha roto las cadenas que los ataban al mundo, y les ha permitido caminar en libertad para seguirlo. Conserven su fe, alimenten su fe, fortalezcan su fe, pidan fe, para que el mundo crea por su fe que Cristo es el Hijo único de Dios, y que ha sido enviado al mundo para que todo el que crea en Él se salve.
Escuchen lo que les dice el Rey y cumplan su mandato. Acudan a la Reina, que es la Madre del Rey. Yo reúno a los ejércitos y les consigo la victoria en todas las batallas a los que me piden y esperan de mí, con fe, que interceda con mi amor de Madre ante el Padre, apelando a la misericordia del Rey.
Déjense acompañar de las personas que tienen fe, que les hacen bien; de los que los ayudan, de los que los acompañan en el camino al encuentro de la salud, de la alegría, del perdón, de la paz, de la verdad, de la vida; para que, con su fe, sostengan la fe de ustedes, y sean contados entre los elegidos del Rey, y llenados de gracia y de amor, para luchar en todas sus batallas, consiguiendo la victoria para sus almas, para la gloria de Dios».
PARTICIPAR DE LA GLORIA DE CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
MARTES DE LA SEMANA VII DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 91)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan 17, 1-11
«Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste»
«Hijos míos: ayúdenme a cumplir mis deseos, consiguiendo las almas de todos mis hijos para la gloria de Dios, resistiendo en la tribulación, manteniendo la calma, insistiendo en realizar, contra todo pronóstico y toda razón, las obras de Dios, que hacen mucho bien. Yo los protejo.
¡Les pido que quieran querer! Porque la salvación de las almas es por medio del perdón de los pecados, pero deben querer y deben pedir perdón, y deben querer no pecar más, y deben querer pedir los dones del Espíritu Santo, porque no podrán solos, porque mi Hijo se ha ido a donde pertenece, de donde ha venido. Pero no los deja solos, Él envía al Espíritu Santo, así como el Padre lo ha enviado a Él. Y el Espíritu es del Padre y es del Hijo, y juntos son una misma esencia que se entrega y permanece.
Mi Hijo Jesucristo ha cumplido su misión, y va al Padre para ser glorificado en Él, con la gloria que tenía antes de que el mundo existiera. Pero Él, que ha venido a buscarlos, que no ha descansado hasta encontrarlos, y que ha muerto por ustedes para salvarlos, no se irá sin ustedes, no los dejará, porque en ustedes ha sido glorificado, y se ha enamorado como un loco de ustedes, y los ha hecho uno, haciéndolos partícipes de su cruz y de su resurrección, para hacerlos partícipes también de su gloria. Él conoce a cada uno, porque son suyos, y todo lo suyo es del Padre, y lo del Padre es suyo. Él ruega al Padre por ustedes, porque los ama, seguro de que el Padre lo escucha y atiende sus súplicas, porque Él mismo los ama.
Glorifiquen al Señor, humillándose como lo hizo su esclava, que se hizo última para ser la Madre de Dios y de toda la humanidad, para que crean en Él, y sean partícipes de su eternidad».
TENER VALOR PARA SEGUIR A CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
LUNES DE LA SEMANA VII DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 90)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 16, 29-33
«Tengan valor, porque yo he vencido al mundo»
«Hijos míos: mi Hijo Jesús les advierte que en el mundo tendrán tribulaciones, pero los anima diciendo “tengan valor, porque yo he vencido al mundo”. Ante la incertidumbre de sus miserias, los llena de la seguridad de su victoria. Y les envía al Espíritu Santo, Paráclito, Consolador, que es el Dador y el Santificador. ¡Recíbanlo!, para que los llene de Él, y puedan cumplir con lo que Dios les pide con sabiduría, con inteligencia, con consejo, con fortaleza, con ciencia, con piedad, y con santo temor de Dios. ¡Recíbanlo!, para que con sus dones obtengan frutos en ustedes mismos, y tengan valor, aun en medio de la tribulación, sabiendo que Jesús está con ustedes, ha luchado sus batallas, y ha vencido.
Reciban al Espíritu Santo, para que permanezcan en el amor de Cristo, como Él permanece en ustedes. Abandónense a su voluntad con docilidad, para que Él pueda actuar a través de ustedes. Pídanle que su luz los ilumine, para que disipe toda tiniebla que haya en ustedes, y obedezcan la voz en su interior, que, ante la dificultad, les ayuda a discernir. Dejen que la luz ilumine sus conciencias, y luego actúen con prudencia.
Cristo ha vencido al mundo, pero la batalla permanece hasta que vuelva, y el ataque del enemigo es muy fuerte. Ustedes sean valientes y acompáñeNme, porque Dios en su infinita misericordia permite mi protección, que es muy fuerte, porque yo poseo el arma del triunfo en la batalla final: el amor y la alegría, que es la manifestación del amor.
Cuando mi Hijo resucitado subió al cielo, yo deseé con todo mi corazón irme con Él, pero la voluntad de Dios era que me quedara; y me quedé y esperé, porque yo debía completar mi propia misión, exaltando al Verbo encarnado, llevando a ustedes la Palabra, enseñándolos a ser como Él, fortaleciéndolos para construir el Reino de los cielos en la tierra. Y para reunirlos y acompañarlos, para que el Espíritu Santo, que siempre está conmigo, sea enviado también para ustedes, y derrame en sus corazones todos sus dones. Y, llenos del Espíritu Santo, manifiesten con su vida los frutos, que son la alegría, el amor, la bondad, la paz, la mansedumbre, el dominio de sí, la fidelidad, la generosidad.
Yo les pido que se mantengan dóciles al Espíritu Santo, para que todos los días Él les enseñe y les recuerde todas las cosas, para que las transmitan al mundo, y sean ustedes testimonio del amor de Dios y de su misericordia».
PERMANECER EN EL GOZO DE LA COMPAÑÍA DE MARÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 89)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos 16, 15-20
«Sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo»
«Hijos míos: mi corazón se llenó de alegría al ver a mi Hijo subir a la gloria del Padre, porque el Espíritu Santo estaba conmigo. Ese fue un día muy feliz, porque vi cumplidas las Escrituras y la voluntad de Dios, porque mi Hijo había triunfado venciendo al mundo. Y así como compartí con Él la Cruz, ahora compartía con Él la gloria, en un solo corazón, en una sola alma.
Y ahí estaban Pedro y Juan, Santiago, Andrés, Mateo, Felipe, Tomás, Bartolomé, Santiago, Simón y Judas, no el Iscariote, que había traicionado a Jesús, sino el hijo de Santiago. Eran once, entre una multitud que oraba y adoraba, mientras el Hijo de Dios los bendecía y subía al cielo.
Y entendí que debía mantenerlos unidos como mi Hijo me había pedido, porque ahora eran hijos del Padre en el Hijo. Pero la tristeza de verlo irse al cielo los alejaba de Él, y el Espíritu Santo, que siempre está conmigo, los atraería hacia Él, a través de la fuerza de la unión y la oración. Porque nadie puede ir al Padre si no es por el Hijo, y nadie puede ir al Hijo si el Padre no lo atrae hacia Él. Y entendí que Él me hizo Madre de los Apóstoles, para ser Madre de todos los hombres, para reunirlos bajo mis alas, como una gallina reúne bajo sus alas a los polluelos, para darles protección y consuelo, para ser fortalecidos y poder cumplir la misión que Él mismo les había encomendado: reunir y llevar al cielo a los invitados al banquete de las bodas del Cordero.
El Señor, que ha venido al mundo a morir por ustedes para salvarlos, ha resucitado y ha subido al Padre, para enviarles al Espíritu Santo, que los une a Él y los hace uno con Él, porque el Señor ha venido al mundo para quedarse. Permanezcan en oración, para que el Espíritu Santo, que está conmigo, esté con ustedes. Permanezcan reunidos conmigo, en la disposición de ser fortalecidos con el Espíritu Santo, para transformar su tristeza en alegría, su soledad en unidad fraterna, su miedo en confianza, su duda en fe, su debilidad en fortaleza, su desgano en ánimo, su desaliento en esperanza, su tibieza en un corazón encendido en fuego, y con amor y alegría, con paz y con paciencia, con amabilidad y bondad, con fidelidad, humildad y templanza, lleven al mundo el testimonio de Jesús, con valor, con seguridad, con confianza, para que los que crean se salven.
Procuren la caridad y una vida de piedad, en unidad, en oración, y en mi compañía, dispuestos a recibir la gracia, para transmitir al mundo, con su testimonio de fe, los tesoros de mi corazón, transmitiendo con obras su fe, en la seguridad de mi compañía, sabiendo que Jesús estará con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
APRENDER A PEDIR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
SÁBADO DE LA SEMANA VI DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 88)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 16, 23-28
«Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá»
«Hijos míos: pidan al Padre. Pero, si no saben pedir, aprendan a pedir, porque Dios es Padre, y un padre no se resiste ante la insistencia de los deseos de su hijo, de sus sueños, de sus anhelos, y de todo lo que con bondad le pide. Yo, como buena madre intercedo por ustedes, para que pidan lo que les conviene, para que sepan esperar y recibir lo que Dios les quiere dar. Una madre abraza y cuida y protege, mientras el hijo se abandona en sus brazos y espera y recibe confiado. Es así como deben pedir y esperar y recibir.
Mi Hijo Jesús ha dicho que cuanto pidan al Padre en su nombre, se lo concederá. Él, que ha salido del Padre, y ha venido al mundo, deja el mundo para volver al Padre, y les asegura su consuelo, concediéndoles todo lo que en su nombre pidan. Él se va al Padre, pero les envía al Consolador, para que los llene de su poder, de sus dones y de su amor.
Pídanle al Padre como pide un hijo, sabiendo que el Padre los ama. Pídanle con fe, sabiendo que Jesús siempre cumple sus promesas, y lo que pidan en su nombre, el Padre se lo concederá. Pídanle con insistencia, como pide un niño, sabiendo que, si es bueno para él, el Padre gustoso se lo concederá, porque el Padre se complace en el hijo. Pídanle dispuestos a recibir lo que Él les quiera dar, pero entréguenle su voluntad, sabiendo que Dios no se deja ganar en generosidad. Pídanle abriendo el corazón y exponiendo a la caridad del Padre sus miserias, para que se compadezca y los llene de su misericordia. Pídanle llenos de esperanza, sabiendo que Dios es omnipotente, bondadoso y complaciente. Pídanle amándolo y adorándolo, con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente. Pídanle esperando con paciencia, porque el amor es paciente. Pídanle demostrándole el amor de Dios que hay en ustedes, que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, y todo lo soporta. Aprendan a pedir, pidan, y nunca se cansen de pedir. Pero aprendan también a recibir. Pidan, porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama se le abre.
Alégrense, porque ustedes han creído en mi Hijo Jesucristo, y que del Padre ha venido y al Padre se ha ido y, aun así, se queda con ustedes, hasta el fin del mundo».
ALEGRARSE CON MARÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
VIERNES DE LA SEMANA VI DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 87)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 16, 20-22
Nadie podrá quitarles su alegría.
«Hijos míos: ¡desborda de alegría el alma mía! Mi Hijo ha vencido al mundo, y Él sube al cielo y va a la gloria del Padre, para que el Espíritu Santo sea enviado a reinar sobre el mundo, para tomar posesión de lo que Cristo con su victoria ha ganado: las almas de los hombres para la vida eterna, para que todo el que crea en Él, sea unido en un solo cuerpo y un mismo espíritu, para participar de su gloria en la vida eterna.
Es tiempo del triunfo de mi Inmaculado Corazón, por el que todos mis hijos serán reunidos en un solo pueblo y con un solo Pastor. Yo soy Madre de la Iglesia, que es cuerpo de Cristo, pueblo santo de Dios. En mi alegría yo les doy mi auxilio, haciendo llegar hasta ustedes la misericordia que mi Hijo derramó en la Cruz, para que permanezcan en unión fraterna, cumpliendo el mandamiento que les ha dado Cristo, y sean, como Él, buenos, virtuosos y santos.
Es tiempo del reinado del Espíritu Santo, es tiempo de un continuo Pentecostés, para que, por la misericordia de Dios, reciban las gracias que los fortalecerán para llevar la luz de Cristo al mundo entero, a través de su amor y su misericordia. Permanezcan unidos al Sagrado Corazón de Jesús y al mío, para que siempre estén dispuestos a recibir y a entregar las gracias que yo les quiero dar, exponiendo mi corazón para compartirles mis tesoros.
Yo los hago partícipes del tesoro de mi alegría, que es la expresión del amor, y el arma más poderosa para la batalla final, porque la tristeza, la angustia que causa la tribulación y el miedo en el mundo, los lleva a la perdición, pero la alegría es la luz que disipa las tinieblas e ilumina el alma como fruto de la acción del Espíritu Santo en un corazón contrito, humillado y dispuesto.
Reúnanse conmigo con la oración vocal, rezando el Rosario, meditando la vida de Jesús que vivió entre los hombres, para que crean en Él y quieran ser como Él, para que, por la acción del Espíritu Santo, hagan las mismas obras que hizo Él y aun mayores, unidos a Él, porque Él va al Padre, y todo lo que pidan en su nombre se los concederá, para que el Padre sea glorificado en el Hijo; y con la oración en silencio, que favorece la disposición del corazón a recibir la gracia y a recibir el amor. Reúnanse conmigo en el abrazo del Espíritu Santo en un eterno Pentecostés».
RECIBIR LA ALEGRÍA COMO FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
JUEVES DE LA SEMANA VI DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 86)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 16, 16-20
Su tristeza se transformará en alegría.
«Hijos míos: Cristo es la alegría, el gozo, la plenitud y la paz. Él es la vida, y por eso ha vencido a la muerte. Toda tristeza en el alma proviene de una pérdida, de algo que tenían y se ha ido, de algo que era de ustedes y les ha sido arrebatado. La tristeza proviene de la falta de esperanza, de la fe debilitada y del amor no correspondido, de la obscuridad y del vacío.
Alégrense, porque Cristo, que fue crucificado, estaba muerto, pero ha vuelto a la vida, ha resucitado; se había ido, pero ha regresado; les había sido arrebatado, pero ha vuelto a ustedes, porque no ha sido derrotado. Él ha vencido al mundo, y su presencia viva se los ha demostrado. Él no es ninguna pérdida. Él es don, es regalo, es gracia, es misericordia, es alimento que se da, que llena, que sacia, que desborda, que inflama, que renueva, que ilumina, que fortalece, que une, que perdona, que santifica, porque a través de su cruz redentora justifica. Alégrense, porque todo lo transforma, todo lo convierte, porque Él hace nuevas todas las cosas. Alégrense, porque el Señor es Cristo, y vive en ustedes, para colmarlos con el gozo de su presencia, para incluirlos en la plenitud de su existencia, sumergiéndolos en el mar de su misericordia. Él es el Hijo de Dios, y en Él ha puesto sus complacencias, enviándole al Espíritu Santo, el Paráclito, el Consolador.
Abran sus corazones, y reciban al Espíritu Santo, sus dones y sus gracias, sus frutos y sus carismas, y, con docilidad, déjenlo transformar su tristeza en alegría, su vacío en abundancia, y su miseria en gracia, porque la alegría de ustedes proviene de que el Espíritu Santo está con ustedes, y sus nombres están escritos en el cielo.
Yo soy la siempre Virgen María. Reúnanse en oración alrededor de mí, para que cuando venga el Santo Paráclito, el Consolador, el Espíritu de la Verdad, los encuentre reunidos, para que reciban sus dones y su luz. Es el Espíritu Santo quien revela y hace visible para los hombres a Cristo en el mundo, a través de mi Maternidad Espiritual, que los une en un mismo cuerpo y en un mismo espíritu, para transformar su tristeza en alegría».
ABRIR EL CORAZÓN
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
MIÉRCOLES DE LA SEMANA VI DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 85)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 16, 12-15
El Espíritu de verdad los irá guiando hasta la verdad plena.
«Hijos míos: el amor de Dios ha sido derramando en sus corazones por el Espíritu Santo que les ha sido dado. Les ha sido revelada la verdad, porque Jesús ha cumplido sus promesas. Él les ha enviado al Espíritu de verdad, que vive en ustedes, y en su plenitud los hace libres.
Abran sus corazones, y descubran la luz que brilla en su interior. Tomen conciencia de la gracia que hay en ustedes, y de cada don que han recibido sin merecerlo. Permanezcan dóciles a las mociones del Espíritu. Es Él quien dirige sus pasos, es Él quien los guía, es Él quien los enseña. Escuchen la palabra de Dios, para que reciban la luz del Espíritu, Paráclito, Consolador, que les enseñará y les recordará todas las cosas. Déjenlo actuar en ustedes, con ustedes y a través de ustedes, porque en ustedes ha sido derramado el amor de Dios que no es para guardar, porque es un amor vivo, dinámico, ardiente, que se manifiesta, que se transmite en obras y se desborda de misericordia.
Yo soy Madre del amor y Madre de misericordia, templo, trono y sagrario de la Santísima Trinidad, que es un solo Dios, y que vive en mí y yo vivo en Él. Soy hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo, y esposa de Dios Espíritu Santo. Yo intercedo por ustedes, para que sean instrumento y no obstáculo que estorbe la gracia del amor de Dios, que ha sido derramado en sus corazones, y que está esperando ser recibido en el mundo entero, porque para eso es que Él ha venido.
Permanezcan conmigo, y reciban mi misericordia, mi auxilio de Madre, y la gracia para permanecer en la virtud, en la fe, en la esperanza y en el amor que Dios ha infundido en sus corazones por el Espíritu Santo que les ha sido dado».
CONSERVAR LA ALEGRÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
MARTES DE LA SEMANA VI DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 84)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 16, 5-11
Si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador.
«Hijos míos: acudan a la oración y déjense llenar del amor de Cristo, por el Espíritu Santo. Tengan el valor de desnudar sus almas. Expongan sus corazones y descubran lo que hay en su interior, remando mar adentro. Reconozcan sus infidelidades ante la fidelidad del Señor, y la necesidad que ustedes tienen de su amistad. Pidan perdón, acérquense al sacramento de la reconciliación, y reciban su paz, dejándose llenar por el Espíritu Santo que Él prometió enviar, y que vive en ustedes. Déjenlo actuar.
No estén tristes. Rechacen la tentación del miedo y de la duda, que acosan y perturban sus corazones y, en cambio, encuentren la alegría del amor de Cristo, que les asegura que el príncipe de este mundo ya está condenado. Porque Él ha vencido al mundo y ha destruido la muerte con su vida, para darles vida en su resurrección.
Pídanle al Espíritu Santo, que es el Consolador, que los vacíe de ustedes, y que llene y desborde de Él sus corazones, porque Él es el espíritu de amor, y al que tiene amor, nada le falta. Pídanle humildad para recibir, y generosidad para entregar todo lo que Él les quiere dar. Déjense amar por Él, y abran sus corazones, con la disposición de recibir. Entonces, llenos de Él, caminen con valor, siguiendo a Jesús, para que lleven su luz y su paz al mundo, sabiendo que no todos los escucharán, y algunos los perseguirán -porque ustedes no son del mundo-, pero conservando la alegría de mirar con visión sobrenatural, viviendo con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo.
Acompáñenme. Caminen con el Espíritu Santo, tomados de mi mano, y yo los mantendré en el camino seguro, no los dejaré caer, los llevaré a Jesús, mientras Él escucha sus corazones, como un susurro entre las olas del mar, diciendo:
“Divina soledad, que anhelo para buscar, para encontrar, para contemplar.
Eres tú, Jesús, mi único deseo, mi sueño, mi alegría, mi principio y mi destino.
Eres luz, vida y camino.
Eres la única verdad en la que creo, a la que adoro, en la que espero, a la que amo.
Eres tú, Jesús, la máxima expresión del amor que poseo, que vivo, que amo.
Profundo dolor causa la ausencia de la presencia con la que tú me sacias, que todo mi ser se debilita y mi alma se entristece, esperando el momento de poseer tu divinidad en carne, en sangre, en alimento.
Que no sea esta angustiosa espera la que me consuma, sino el calor ardiente de tu amor, y el deseo de poseerte como me posees tú, amado mío, totalmente».
DEJARSE LLENAR DEL ESPÍRITU SANTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
LUNES DE LA SEMANA VI DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 83)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 15, 26-16, 4
El Espíritu de verdad dará testimonio de mí.
«Hijos míos: el Señor les envía al Consolador, al Espíritu Santo Paráclito, que es el Espíritu de la verdad, para que fortalezca sus corazones. Y les avisa para que lo reciban, porque Él les enseñará y les recordará todas las cosas, pero también les dará los dones y gracias que necesitan para que no tropiece su fe y desfallezcan. El que vive en la verdad vive alegre, vive en paz.
Cuiden que sus quehaceres y su trabajo nunca limiten su tiempo para orar. Es en la oración en donde el Espíritu se manifiesta, y en su actitud de recogimiento puede actuar, para que reciban la luz y puedan ver el camino con claridad. Muchos hombres necesitan que les transmitan paz las palabras de los que tienen fe, y a través de quienes el Espíritu Santo Paráclito, Consolador, Espíritu de la verdad, Espíritu de amor, Dulce Abogado, Espíritu de Dios, habla y manifiesta la voluntad del Padre, por quien ustedes viven, de quien hablan. Los testigos de Dios deben dar testimonio de Él. Testimonio del Hijo, que, siendo obediente, se anonadó a sí mismo para hacerse hombre; y, siendo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz, dio testimonio del amor del Padre por cada uno de los hombres, dando su vida para hacerlos hijos.
Acepten la ayuda de Dios, porque Él sabe lo que les conviene, y también sabe que ustedes solos no pueden. Acérquense a la presencia del Señor, con el corazón contrito y humillado, y agradezcan, y pidan perdón, y pídanle su ayuda para abrir sus corazones a recibir su gracia y su misericordia infinita, aceptando con toda humildad, su necesidad de ser llenados por el Espíritu Santo. Pídanle que fortalezca su fe, que aumente su esperanza, pero sobre todo que inflame su amor, para que puedan seguirlo, haciendo sus obras, entregando su voluntad a la voluntad de Dios.
Amen a Dios, y no tropezarán, porque tendrán con ustedes al Espíritu Santo que Él da a los que lo aman.
Y si no encontraran el camino, recurran a mí como un hijo a su madre. Yo los llevo por camino seguro, porque el Espíritu Santo está conmigo, para llevar a mis hijos al encuentro con el Hijo de Dios».
AMAR HASTA EL EXTREMO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
DOMINGO DE LA SEMANA VI DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 82)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 15, 12-17
Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros
«Hijos míos: este es el misterio de la Santa Cruz: el Padre envía al Hijo a rescatar del mundo lo que se había perdido, manifestando su amor a los hombres a través del Hijo, por el Espíritu Santo, amando hasta el extremo, haciéndose obediente, renunciando a todo, hasta a Él mismo y a la gloria que tenía con su Padre, anonadándose a sí mismo, haciéndose hombre, para rescatar a los hombres y enseñarles el camino de vuelta al Padre. Él es el camino.
Mi Hijo aceptó por amor de Dios y por amor a los hombres esta Divina voluntad, no sólo renunciando a todo, sino entregándose todo, hasta la última gota de su humanidad, para que el Padre fuera glorificado en el Hijo, amando hasta el extremo, reuniendo en su cuerpo y en su sangre a toda la humanidad a través de la Sagrada Eucaristía, que es como los hombres lo reciben o lo rechazan, en libertad, por su propia voluntad. La luz vino al mundo, pero el mundo no la recibió, porque los hombres prefirieron la oscuridad a la luz.
El Amor es la Palabra, es la Luz que ilumina en las tinieblas. El Amor es Cuerpo, es Sangre, es Alma, es Divinidad y es Eucaristía. El amor es un mandamiento, el más importante y el primero de la ley de Dios, para que todo aquel que ame y tenga ojos vea, y tenga oídos oiga, y cumpla la palabra de Dios, que es una: Amor.
Yo he venido para quedarme, y protegeré a mis hijos que me han recibido, y conmigo, en mi seno, han recibido al Hijo de Dios. Que nadie dude del amor de la Madre de Dios y Madre suya. Yo soy Madre de amor y Madre de misericordia. Les enseñaré a amar como amo yo, entregando mi vida al pie de la Cruz del Hijo, acogiendo a Cristo en cada hijo, para amarlos, como los amo yo. Reciban su amor y cumplan sus mandamientos, para que permanezcan en su amor, cumpliendo la voluntad de Dios».
PADECER CON CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
SÁBADO DE LA SEMANA V DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 81)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 15, 18-21
El siervo no es superior a su señor. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán
«Hijos míos: Yo soy la esclava del Señor y lo sirvo. Yo dije sí, y el Señor hizo en mí según su palabra: me hizo Madre. Yo soy la última, la servidora de todos. Y Dios me ha hecho primera en el Reino de los Cielos: Madre de Dios para servirlo como Madre de la Iglesia. Yo medito todo esto en mi corazón y todo lo hago por amor de Dios.
El ejemplo del comportamiento de un discípulo de Cristo lo ha puesto Él mismo. El ejemplo es el servicio. Servirse unos a otros, amarse los unos a los otros, dar la vida por los amigos. Eso es el ejemplo que Él les ha dado, para que todos ustedes hagan lo mismo, porque no es más el siervo que su amo. Y ¿qué es el servicio sino obras de misericordia? Jesús nos sirve, nos enseña, nos da ejemplo para servir a Dios.
Cristo, siendo Rey, ha sido odiado y despreciado por el mundo, porque su Reino no es de este mundo. Él, siendo Dios, ha sido perseguido, golpeado, calumniado, juzgado y crucificado, porque el mundo ha preferido las tinieblas a la luz. Aprendan de Él, para que sean como Él, porque Él es su modelo para llegar al cielo. No pretendan ser más que el Señor, y ser mejores que el Maestro, porque la soberbia es el mayor de los pecados, porque los arrastra a la desobediencia, que los separa de Dios y los lleva a la muerte.
Alégrense cuando sean perseguidos y calumniados por su causa, porque su premio será grande en el Reino de los Cielos. Tengan valor de renunciar a ustedes mismos, tomen su cruz de cada día con alegría y sigan al Señor. Alégrense, porque Él confía en ustedes. Él ha dado su vida por ustedes, porque los ama. Y ustedes, ¿qué harán por Él?
Acudan a mi auxilio, para que les ayude a entregar su voluntad a la voluntad de Dios. Abran sus corazones a recibir el amor de Cristo, y renuévense, para que permanezcan en la fidelidad al amigo fiel que nunca traiciona. Dichosos los perseguidos por su causa».
AMAR HASTA EL EXTREMO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
VIERNES DE LA SEMANA V DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 80)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 15, 12-17
Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros
«Hijos míos: este es el misterio de la Santa Cruz: el Padre envía al Hijo a rescatar del mundo lo que se había perdido, manifestando su amor a los hombres a través del Hijo, por el Espíritu Santo, amando hasta el extremo, haciéndose obediente, renunciando a todo, hasta a Él mismo y a la gloria que tenía con su Padre, anonadándose a sí mismo, haciéndose hombre, para rescatar a los hombres y enseñarles el camino de vuelta al Padre. Él es el camino.
Mi Hijo aceptó por amor de Dios y por amor a los hombres esta Divina voluntad, no sólo renunciando a todo, sino entregándose todo, hasta la última gota de su humanidad, para que el Padre fuera glorificado en el Hijo, amando hasta el extremo, reuniendo en su cuerpo y en su sangre a toda la humanidad a través de la Sagrada Eucaristía, que es como los hombres lo reciben o lo rechazan, en libertad, por su propia voluntad.
La luz vino al mundo, pero el mundo no la recibió, porque los hombres prefirieron la oscuridad a la luz. El Amor es la Palabra, es la Luz que ilumina en las tinieblas. El Amor es Cuerpo, es Sangre, es Alma, es Divinidad y es Eucaristía. El amor es un mandamiento, el más importante y el primero de la ley de Dios, para que todo aquel que ame y tenga ojos vea, y tenga oídos oiga, y cumpla la palabra de Dios, que es una: Amor.
Yo he venido para quedarme, y protegeré a mis hijos que me han recibido, y conmigo, en mi seno, han recibido al Hijo de Dios. Que nadie dude del amor de la Madre de Dios y Madre suya. Yo soy Madre de amor y Madre de misericordia. Les enseñaré a amar como amo yo, entregando mi vida al pie de la Cruz del Hijo, acogiendo a Cristo en cada hijo, para amarlos, como los amo yo. Reciban su amor y cumplan sus mandamientos, para que permanezcan en su amor, cumpliendo la voluntad de Dios».
RECIBIR EL AMOR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
JUEVES DE LA SEMANA V DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 79)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 15, 9-11
Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena
«Hijos míos: Jesús les manda que se amen los unos a los otros, como Él los amó. Amarse los unos a los otros significa dar amor, pero también significa recibir el amor. Es más fácil dar que recibir. Porque para dar se requiere generosidad, pero para recibir, se necesita humildad.
Reconózcanse necesitados del amor de Cristo, que les entrega a través de los demás. Únanse todo su pueblo en oración y en obras de misericordia, para que se cumpla la palabra del Señor que dice: “los misericordiosos recibirán misericordia”. Dar y recibir es una oportunidad para dejar a Dios actuar en ustedes y en los demás, envolviéndolos en el círculo dinámico del amor que es Él mismo, y que, manifestándose en sus obras, glorifica al Padre en el Hijo.
Abran sus corazones, y reciban el amor y la misericordia de Dios. Déjense amar, dejen al Espíritu Santo actuar. Entréguenle su voluntad y su libertad con docilidad, abandónense en el beneplácito de su magnificencia, y déjense llenar de su amor, para que puedan cumplir el mandamiento del Señor, porque nadie puede dar lo que no tiene. Escuchen la palabra de mi Hijo, y pónganla en práctica. Eso es lo que Él les manda, y les pide tener un amor tan grande, como lo tiene Él, y eso quiere decir dar la vida por sus amigos.
Acérquense a Jesús en la oración, y trátenlo de amistad, porque para amar como ama Él, primero deben conocer al Amor y dar la vida con alegría, entregándose con Él, cumpliendo sus mandamientos, uniendo sus ofrendas de cada día en la Eucaristía. Hagan lo que Él les diga, y entonces verán milagros».
PERMANECER UNIDOS A CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
MIÉRCOLES DE LA SEMANA V DE PASCUA
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 78)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 15, 1-8
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
«Hijos míos: permanezcan reunidos en torno a mí, para que sean acogidos en mi corazón maternal de Madre, para que mantengan la confianza y, con su oración y con obras de misericordia corporales y espirituales, permanezcan unidos a Cristo, como el sarmiento a la vid, y sean alimentados, cuidados y fortalecidos, para que den fruto abundante.
Las obras realizadas por la fe producen fruto. Por tanto, muestren al mundo sus obras, y ellos verán el tamaño de su fe. Y por sus frutos los reconocerán.
Jesús también les dice que el que no da fruto no sirve para nada, y a ése el Padre lo arranca de Él. Y el que no está unido a Cristo se seca, no tiene vida, porque la vida es Él. El fruto en abundancia se consigue haciendo las cosas más pequeñas, pero con mucho amor, porque, aunque nadie las vea, el amor da fruto y ese fruto glorifica a Dios. Permanezcan en el amor, para que permanezcan unidos al Señor, para que den mucho fruto, y ese fruto, permanezca.
Abandonen su voluntad a la voluntad de Dios, agradeciendo su bondad, y pidiéndole su ayuda, porque sin Él nada pueden. Escuchen la palabra del Señor, y pónganla en práctica, para que permanezcan en Él y en su palabra, haciendo sus obras, por su fe. Déjenlo obrar en ustedes, para que las obras que ustedes realicen sean de Él. Entonces harán sus obras y aún mayores, porque Él va al Padre, y todo lo que pidan en su nombre Él lo hará, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Cristo es la vid, y ustedes son los sarmientos. Permanezcan en Él, para que tengan vida por Él, con Él y en Él, porque el Señor ha venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
CONOCER A JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
FIESTA DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 34)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 14, 6-14
Tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?
«Hijos míos: Cristo es el Camino. Pero si ustedes no conocen el camino, ¿en dónde caminarán? Cristo es la Verdad. Pero si ustedes no conocen la verdad, ¿cómo podrán discernir en un mundo lleno de mentira? Cristo es la Vida. Pero si ustedes no creen, ¿cómo podrán sentirse vivos?, ¿acaso no sienten que los asfixia el ambiente en el que se han sumergido?
Crean en Cristo, que ha muerto por ustedes, y ha resucitado para darles vida, porque estaban perdidos y Él los ha encontrado; estaban muertos, y Él los ha vuelto a la vida. ¡Respiren, hijos míos! Cristo vive en ustedes y Él es la vida. Crean en Cristo vivo, porque si no creen que el Señor ha resucitado, vana es su fe.
Algunos de ustedes no están escuchando, están vacíos, y se están llenando con ídolos falsos, y dicen amar a Dios sobre todas las cosas, pero no lo hacen. Quiero llamar su atención. Volteen a verme, para que encuentren a mi Hijo.
Esa enfermedad que aqueja al mundo sea para la unión entre ustedes, unos por otros. Oración, servicio, entrega, unos por otros. Como en una familia, el esposo por la esposa, la esposa por el esposo, el hijo por la madre, la madre por el hijo, el hijo por el padre, el padre por el hijo, el hermano por el hermano. Así debe ser la unidad de la Iglesia. Que por los enfermos me vean los sanos, y busquen a mi Hijo. Que por los sanos me llamen los enfermos, y encuentren a mi Hijo. Que permanezcan unidos a Cristo, unidos a mí.
Pídanle al Padre, en el nombre de mi Hijo, la fe que les falta. La humildad es el camino más difícil, pero más recto para llegar al conocimiento pleno de la verdad. El que no quiere creer está dominado por la soberbia. Le falta humildad, porque todo les ha sido dado, pero no todo lo han aprovechado.
Pídanle al Padre, en nombre del Hijo, que el Espíritu Santo actúe en los corazones tibios, los que han desviado el camino, porque les falta humildad y no conocen la verdad. Porque no creen que el Padre está en el Hijo y en que el que conoce al Hijo conoce al Padre. Porque no se han dado cuenta cuánto tiempo ha estado el Hijo de Dios entre ustedes, y aún no lo conocen.
Escuchen la palabra de Jesús, para que conozcan que Él es. Y luego vayan y díganle cuánto lo aman, para que sepan cuánto lo conocen».
PERMANECER UNIDOS A CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Domingo V de Pascua (B)
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 75)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 15, 1-8
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
«Hijos míos: permanezcan reunidos en torno a mí, para que sean acogidos en mi corazón maternal de Madre, para que mantengan la confianza y, con su oración y con obras de misericordia corporales y espirituales, permanezcan unidos a Cristo, como el sarmiento a la vid, y sean alimentados, cuidados y fortalecidos, para que den fruto abundante.
Las obras realizadas por la fe producen fruto. Por tanto, muestren al mundo sus obras, y ellos verán el tamaño de su fe. Y por sus frutos los reconocerán.
Jesús también les dice que el que no da fruto no sirve para nada, y a ése el Padre lo arranca de Él. Y el que no está unido a Cristo se seca, no tiene vida, porque la vida es Él. El fruto en abundancia se consigue haciendo las cosas más pequeñas, pero con mucho amor, porque, aunque nadie las vea, el amor da fruto y ese fruto glorifica a Dios. Permanezcan en el amor, para que permanezcan unidos al Señor, para que den mucho fruto, y ese fruto, permanezca.
Abandonen su voluntad a la voluntad de Dios, agradeciendo su bondad, y pidiéndole su ayuda, porque sin Él nada pueden. Escuchen la palabra del Señor, y pónganla en práctica, para que permanezcan en Él y en su palabra, haciendo sus obras, por su fe. Déjenlo obrar en ustedes, para que las obras que ustedes realicen sean de Él. Entonces harán sus obras y aún mayores, porque Él va al Padre, y todo lo que pidan en su nombre Él lo hará, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Cristo es la vid, y ustedes son los sarmientos. Permanezcan en Él, para que tengan vida por Él, con Él y en Él, porque el Señor ha venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
TRABAJAR PARA DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Fiesta de San José Obrero
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 33)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 13, 54-58
¿No es este el hijo del carpintero?
«Hijos míos: no trabajen por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna, y que les dará el Hijo del hombre. Él los envía a ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente, a través de su trabajo y su esfuerzo diario, y bendice su trabajo, no para que persigan un sueño ambicioso y terreno, sino para que, a través del trabajo, sirvan a Dios, y le entreguen su vida para la construcción de su Reino.
Trabajen para Dios. Él es su amo y Señor. Él es el verdadero alimento que les da la vida, y que es Eucaristía. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. Trabajen por la paz y con alegría. Pero examinen sus obras de cada día al ponerse el sol, y reconozcan con honestidad si entregaron a Dios su voluntad y sirvieron a los demás, o si solo cumplieron con un deber de su vida ordinaria.
Encomiéndense a su padre san José, porque el camino no es fácil. Acudan a él, a su protección y a su guía, a su intercesión cada día, porque él ha caminado en el mundo, como ustedes, y ha ganado el pan bajado del cielo con su trabajo, con su esfuerzo y con su fe, y ha sido bendecido con los dones y la gracia del Espíritu Santo, para mantener la virtud que lo hizo santo.
Permanezcan bajo su custodia, y pídanle que bendiga sus labores, encendiendo de celo apostólico sus corazones, para que cumplan bien con su trabajo según la vocación particular que les ha dado Dios, y con el que les asegura alcanzar la santidad, entregándose a Él con toda su voluntad, construyendo en el mundo su Reino con ladrillos pequeños, pero con mucho amor.
Oren y laboren con la esperanza de que sea su recompensa el alimento que dura para la vida eterna».
CONSERVAR LA PAZ
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Viernes de la Semana IV de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 73)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 14, 1-6
Yo soy el camino, la verdad y la vida
«Hijos míos: Jesús es el camino que los lleva a la tierra prometida, para darles vida. Él es la vida. Y siendo la vida, se ha entregado a la muerte para destruirla y rescatarlos de la obscuridad, para hacerlos luz con Él. Y el Padre lo ha resucitado de entre los muertos, para darles vida en Él. Él es la verdad que ha nacido en medio de un mundo de mentira, para darles libertad. Reconozcan la verdad que se ha revelado al mundo, y háganla suya, porque la verdad los hará libres.
El camino es el amor. El camino no sólo se contempla, se anda. Y al andar se deja huella, para que los que caminan perdidos encuentren también el camino. Cristo es el camino. Él va al Padre, y no se olvidará de ustedes.
Permanezcan en el camino, vivan en la verdad y agradezcan la vida, uniéndose en una sola ofrenda al sacrificio del Señor, por el que el Hijo los lleva al Padre.
Participen en la Santa Misa con devoción, con toda su mente, con toda su alma y con todo su corazón, adorando a Jesús en la Eucaristía. Reciban su paz y díganle: gracias, perdón, y ayúdame más.
Si quieren oír de amor, escuchen a Jesús. Si quieren conocer el amor, conozcan a Jesús. Si quieren sentir amor, experimenten a Jesús. Si quieren amar y ser amados, amen a Jesús, Él los ama.
Si quieren caminar seguros, caminen con Jesús, Él es el Camino. Si quieren saber la verdad, sigan a Jesús, Él es la Verdad. Si quieren tener vida, vivan en Jesús, Él es la Vida. Si quieren tener paz, crean en Jesús.
Si quieren conservar la paz, abandónense en el plan de Dios, niéguese cada uno a sí mismo y cumplan su voluntad; tomen su cruz y sigan a Jesús».
ELEGIDOS PARA SER SANTOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Jueves de la Semana IV de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 72)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 13, 16-20
El que recibe al que yo envío, me recibe a mí
«Hijos míos: muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Así, por la misericordia de Dios, yo los enseño, para que aprendan de mí a transformar su vida ordinaria en una vida de virtud extraordinaria, y se santifiquen, convirtiendo sus corazones al pie de la cruz, imitando en todo mi virtud, acogiendo a las almas con humildad, haciéndose esclavos del Señor, sirviendo a los demás con el ejemplo, con misericordia, entregando la vida, viviendo en santidad.
ILUMINAR AL MUNDO CON LA LUZ DE CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Miércoles de la Semana IV de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 71)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 12, 44-50
Yo he venido al mundo como luz
«Hijos míos: en mi vientre brilla la luz para el mundo. Luz que Dios dio a los hombres a través de mi amor de Madre. Pero los hombres no la recibieron, porque amaron más las tinieblas que la luz; todo el que obra mal aborrece la luz. Pero el que obra la verdad va a la luz. Y es así que se manifiestan las obras de Dios.
Es así como yo quiero hacer llegar mi amor a ustedes, mis hijos, llevándolos con mis obras a la luz, para que vuelva a brillar la luz a través de ustedes, para el mundo entero, por mi amor de Madre.
Jesús es la luz del mundo. El que lo siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida. Y es a través de su palabra que la luz brilla, para que llegue a todo el mundo y alcance a todos los hombres en todos los rincones de la tierra.
El que sigue a Jesús no camina en la oscuridad.
Ustedes han sido encendidos con la luz de Cristo, y esa luz no es para guardarla, no es para esconderla, no es para apagarla. Esa luz es para mostrarla, como una vela en el candelero, para que alumbre el sendero por el que caminan las almas para que lleguen al cielo.
Pero si tienen miedo de salir al mundo y mostrar su luz, si viven resignados y permanecen en un mismo rincón, alumbrando tan sólo un pedacito del mundo, están limitando el brillo de su luz. Si no alimentan el fuego del amor en sus almas con la Palabra y la Eucaristía, y si no practican obras de misericordia, si esconden esa luz debajo de la cama, ¿quién verá la luz?
Cristo es la luz del mundo que alumbra la vida y renueva, disipando las tinieblas de la obscuridad de la mentira y de la muerte. El que lo siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá luz para la vida.
Acompáñenme, para que sean ustedes el faro que guía a los que no saben seguir a Jesús, y muéstrenles el camino, para que ellos también caminen en la luz».
SER UNO CON CRISTO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Martes de la Semana IV de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 70)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 10, 22-30
El Padre y yo somos uno
«Hijos míos: el Padre y el Hijo son uno. Y el Hijo lo demuestra con las obras, que dan testimonio de Él.
El Hijo de Dios se muestra al mundo como cordero, pero obra como pastor. Él es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que se humilló hasta hacerse nada, caminando en medio del mundo como un hombre, porque, siendo Dios, se anonadó a sí mismo, adquiriendo la naturaleza humana. Y aunque no creían en Él, sabía que su Padre, que lo había enviado, daría testimonio de Él, para que los que no creyeran por la fe, al menos creyeran por las obras.
Ustedes son una obra de Dios, que Él ha puesto en las manos de su Hijo, para que sean uno con Él. Y nadie los arrebatará de su mano, porque nadie puede arrebatar nada de las manos del Padre, y Él y el Padre son uno. Que esa sea su confianza y su esperanza.
Y si alguno se resiste a creer esto, que abra su corazón, levante sus manos, eleve sus ojos, alce su voz al cielo, y diga “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”. Y luego, que se deje amar por Él, se deje llenar de Él, de su gracia y de su misericordia, y acepte con docilidad los dones y gracias del Espíritu Santo.
Es orando como se recibe el amor, y se expresa la fe en obras de amor: adorando, contemplando, alabando. Obras de amor que se manifiestan en las acciones ordinarias, y que el amor las transforma en acciones extraordinarias y en obras de misericordia, con las que se glorifica a Dios, convirtiendo la vida entera en oración: adorando, contemplando, alabando.
Transformen su vida en adoración, contemplación y alabanza continua, a través de una vida convertida en oración, ofreciendo los deberes, sacrificios y placeres de su vida ordinaria, convertidos en extraordinaria oración, pidiendo a Dios su disposición a recibir su amor y su misericordia. Los ángeles y los santos los acompañan, interceden y ayudan.
La misericordia de Dios ha sido derramada en la Cruz, para que el amor, que es derramado en los corazones por el Espíritu Santo, sea recibido y correspondido con una vida en santidad.
Yo los acompaño y pido para ustedes esa disposición, para que el Espíritu Santo viva, obre y actúe en ustedes, y sea para todos un eterno Pentecostés, que los fortalezca y conduzca a la eterna gloria».
ENTRAR POR LA PUERTA DEL BUEN PASTOR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Lunes de la Semana IV de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 69)
ESCUCHAR EN AUDIO 
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 10, 1-10
Yo soy la puerta de las ovejas.
«Hijos míos: Jesús es la puerta de las ovejas. Él es el Buen Pastor y ustedes son las ovejas. Entren por esa puerta, con humildad, haciéndose pequeños, como corderos, para que renueven su propia entrega a Dios, y sean encendidos de fuego apostólico sus corazones.
Escuchen la voz del Buen Pastor, que los llama, para que reconozcan su voz y lo sigan, y pídanle que infunda en ustedes un espíritu de entrega, para que den su vida con Él por sus ovejas. Pero tengan cuidado, y fíjense bien por quién están dando la vida, porque en los rebaños también hay lobos disfrazados de ovejas.
Sean astutos como las serpientes, pero sencillos como las palomas. No se fíen de los hombres, pero no les tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; antes bien, teman ofender al Señor, y obedézcanlo, escuchen su voz, dejen todo y síganlo, como una oveja sigue a su pastor, entregándole su voluntad y su confianza, porque Él es su dueño y sabe lo que les conviene.
Sigan al Buen Pastor, pero no lo sigan por obligación. Síganlo por amor. Porque de Él reciben muchos bienes, pero si no tienen amor, nada tienen.
Jesús es el Buen Pastor, enamorado de sus ovejas, que se queda en el mundo para llevar a las almas al conocimiento de la verdad, que se revela en el único y eterno sacrificio, y que es eucaristía.
Cristo es la puerta, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo; y el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas, para darles vida en abundancia. Yo los acompaño, los guío y los llevo de mi mano por camino seguro, para que entren por esa puerta».
ESCUCHAR LA VOZ DEL PASTOR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Domingo IV de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 68)
ESCUCHAR EN AUDIO 
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 10, 11-18
El buen pastor da la vida por sus ovejas.
«Hijos míos: escuchen la voz del Buen Pastor, que los llama para que reconozcan su voz y lo sigan, y pídanle que infunda en ustedes un espíritu de entrega, para que den su vida por Él, como Él da la vida por sus ovejas.
Pero tengan cuidado y fíjense bien por quién están dando la vida, porque en los rebaños también hay lobos disfrazados de ovejas. Sean astutos como las serpientes, pero sencillos como las palomas. No se fíen de los hombres, pero no les tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; antes bien, teman ofender a Dios, y obedézcanlo, escuchen su voz, dejen todo y síganlo, como una oveja sigue a su pastor, entregándole su voluntad y su confianza, porque Él es su dueño y sabe lo que les conviene.
Sigan a su Pastor, pero no lo sigan por obligación. Síganlo por amor, porque de Él reciben muchos bienes. Pero, si no tienen amor, hijos míos, nada tienen.
Cristo es el Buen Pastor y da la vida por sus ovejas. Nadie se la quita. Él la da por su propia voluntad, para hacerse puerta. Él es la puerta de las ovejas. El que entre por Él se salvará. Él es la vida. El que crea en Él tendrá vida en abundancia. La voluntad del Padre es que todos entren por esta puerta. Entren por esta puerta como corderos, con humildad, en comunidad, con docilidad, en obediencia a la voz que llama, soportándose unos a otros, en unidad fraterna.
Yo soy Madre y busco a mis corderos, a los que están escondidos, a los que tienen miedo y se sienten perdidos, para reunirlos y orar con ellos, para que el Espíritu Santo, que está conmigo, también esté con ellos, y fortalecidos caminen de mi mano por camino seguro, con humildad, con docilidad, en obediencia y fidelidad, y entren por la puerta. El Buen Pastor conoce a sus ovejas, y ellas lo conocen a Él. Si las ovejas no lo siguen es porque no lo conocen. Él no es ningún extraño. El que lo conozca que escuche su voz y lo siga.
Yo los protejo de los lobos infiltrados en los rebaños, que distraen a los pastores y dispersan a las ovejas, y se vuelven tibios, resignados, presa fácil. Yo quiero llegar a todos, también a ellos, porque donde hay vida hay esperanza. Yo soy Madre y los quiero a todos».
PERSEVERAR EN LA FE
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Sábado de la Semana III de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 67)
ESCUCHAR EN AUDIO 
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 6, 60-69
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida
«Hijos míos: las palabras de mi Hijo Jesús son espíritu y vida y, a pesar de esto, algunos de ustedes no creen. Abran sus corazones y busquen en sus conciencias si hay algo en lo que aún no creen. Escúchenlo, porque Él ha ganado para el mundo la vida, pero está escrito que sólo los que creen vivirán.
Él tiene palabras de vida eterna. Si no van a Él, ¿a quién irán?
Crean en el Evangelio, y en que se cumplirá hasta la última letra. Practiquen la Palabra, para que sigan a Cristo y sean instrumentos dóciles y fieles para transmitir su amor y su misericordia a los demás, para que de sus bocas salgan palabras de amor, y promesas desde sus corazones, entregando su voluntad a la voluntad del Señor, porque sientan arder su fuego en su interior. Remen mar adentro, con humildad y con honestidad, y descubran si ese fuego arde y si su celo apostólico está encendido con fuego vivo el día de hoy.
Crean en las palabras de vida eterna, y permitan que en ustedes viva el Señor. Permanezcan en el amor. Perseveren en la fidelidad, y nunca se resignen a vivir en la tibieza de un corazón de piedra, que los conduce a la muerte. Las palabras de Jesús son espíritu y son vida. Escuchen su palabra y llénense de Él y de su alegría. Yo intercedo por ustedes para que Dios aumente su fe; para que sean de los que creen y no de los que lo traicionan; para que sean de los que lo siguen y no de los que lo abandonan; para que sean de los que viven y llevan al mundo el mensaje de vida, y no de los que dan lástima, porque van pregonando su propia muerte con su vida.
Consideren que las palabras de Jesús son verdaderas, y Él ha dicho: el que no está conmigo está contra mí, el que no recoge conmigo desparrama; el que me niegue delante de los hombres, también yo lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos; entonces dirá a los que estén a la izquierda: apártense de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber. Yo ruego por ustedes, para que crean y perseveren, porque también está escrito que el que persevere hasta el fin se salvará».
CREER EN MEDIO DE LA PRUEBA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Viernes de la Semana III de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 66)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 6, 52-59
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida
«Hijos míos: crean en las palabras de mi Hijo Jesucristo. Su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Coman su cuerpo y beban su sangre, para que permanezcan en Él y Él en ustedes. Y así como Él vive por su Padre, así el que lo coma vivirá por Él. El que vive en Cristo, y Cristo en él, nada teme, y todo espera en la alegría de la comunión y en la confianza de su promesa para la vida eterna.
Ustedes, mis hijos, los que acuden a mi auxilio, son la alegría y la esperanza de mi amor. Son los niños de Dios Padre, por quienes derrama al mundo su bendición; son brillantes preciosos, tesoros valiosos; elegidos para ser los últimos, y por eso los primeros; elegidos para ser el esplendor en la tierra de la gloria del cielo; elegidos para ser buenos; elegidos para ser fieles; elegidos para ser santos.
Yo soy Madre, y yo auxilio y cuido a mis hijos como madre. Los ayudo a levantarse cuando caen, y curo sus heridas con mi amor. Los acompaño para que no vuelvan a caer y no sufran un daño mayor. Mantengo sus corazones encendidos en el mío, y los conservo en la alegría y en el sufrimiento compartido de mi amor, para que compadezcan con Cristo, pues el que es Sumo y Eterno Sacerdote se compadece de sus flaquezas, pues ha sido probado igual en todo, menos en el pecado.
Yo los acompaño, para que ante las pruebas mantengan su fe, para que, en medio de la adversidad, profesen su fe, para que ante Dios, por su fe, se humillen y sean instrumentos fidelísimos del amor de Dios, a través de sus vidas ordinarias, con obras de misericordia, enseñando al que no sabe, aconsejando al que lo necesita, corrigiendo al que se equivoca, consolando al triste, perdonando los errores, sufriendo con paciencia los defectos de los demás, orando por los vivos y los muertos. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.
Yo auxilio a mis hijos perseguidos y a sus perseguidores, para que abran sus oídos, y sean heridos sus corazones y, al comer el cuerpo y beber la sangre del Cordero, sean abiertos sus ojos y convertidos sus corazones, para que sean transformados por el amor, y sean instrumentos misericordiosos fidelísimos de Dios, para que sacien su hambre y sacien su sed, no del mundo, sino de Cristo, hambre de Dios y sed de almas. Yo los enriquezco con el tesoro de mi corazón que yo poseo para ustedes y para su santidad: la humildad».
ADORAR A JESÚS EN LA EUCARISTÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Jueves de la Semana III de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 65)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 6, 44-51
Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo
«Hijos míos: yo fui la primera adoradora del cuerpo y la sangre de Cristo. Yo fui la primera en recibir la Eucaristía, y la primera en proclamar este misterio de fe. Porque fue engendrado en mi vientre virgen, y yo misma lo vi nacer. Y lo deseé, y lo amé, y lo recibí, y lo adoré, desde que me fue anunciado.
Por la fe sabrán que Él vive en ustedes y ustedes en Él, y que su presencia en la Eucaristía es presencia viva, es carne, es sangre, es alma y divinidad. Es verdadera comida y verdadera bebida, para la vida eterna.
Todo el que crea en que Jesucristo es el único Hijo de Dios, no morirá, sino que tendrá vida eterna. Por tanto, el que crea en Jesucristo, debe creer también en la Eucaristía, que es su presencia real, substancial y viva. Es don, es gratuidad, es comunión, es alimento, es deidad, es ofrenda, es perdón, es bebida de salvación, es el cuerpo, es la sangre, es la humanidad y es la divinidad de Cristo.
Esa es la verdad revelada al mundo, por la misericordia del Hijo de Dios hecho hombre, crucificado, muerto, y resucitado, transformado en la única ofrenda, y sacrificio agradable al Padre.
La Eucaristía es el misterio de su fe. Crean, hijos míos, porque hasta los demonios creen, y tiemblan. Crean, y si no creyeran, aun así, pidan fe, humillen sus corazones, y pidan perdón. Conserven la esperanza y manifiéstenle su amor al Hijo de Dios, arrodillándose al pronunciar su Nombre, acudiendo al Sagrario con la disposición de, al menos, creer que Él les dará la fe que les falta. Entonces abrirá sus oídos para oír, y sus ojos para ver.
Adoren a Jesús en la Eucaristía, y vivan en la alegría de la presencia del Señor resucitado, que está viva en su Palabra y en la Eucaristía, que es verdadera comida y verdadera bebida de salvación, y es misericordia para la vida del mundo, por la que ustedes permanecen en Él y Él en ustedes, en un solo cuerpo y en un mismo espíritu: en el cuerpo y la sangre de Cristo».
CREER EN LA EUCARISTÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
Miércoles de la Semana III de Pascua
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 64)
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«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 6, 35-40
La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna
«Hijos míos: permanezcan abandonados en las manos de Dios, que es a quien ustedes pertenecen. No pertenecen al mundo. El diablo es el príncipe de este mundo, y se le ha permitido tener dominio y poder sobre el mundo, pero sobre mi Hijo no tiene ningún poder. Cuidado, porque puede disfrazarse de hermosura, y ofrecerles cosas maravillosas, pero nunca olviden que es el rey de la mentira y de la oscuridad, y vive en el mundo, pero conduce a la muerte.
Hay muchos que viven encadenados al mundo, sometidos al pecado, y viven como enemigos de la cruz de Cristo. Pero ustedes han entregado su vida y su voluntad a Cristo, y Él, que tiene poder de someter todas las cosas, les pide que sean fuertes y valientes, que no tengan miedo y no se asusten, porque Dios está con ustedes, no los dejará ni los abandonará. Él los llevará de su mano y los transformará, para que participen de su gloria. Porque la voluntad del Padre, que ha enviado a mi Hijo, es que no se pierda nada de lo que Él le ha dado, sino que lo resucite el último día.
Examinen su conciencia. Sean honestos con ustedes mismos y descubran si verdaderamente creen en la presencia viva de Cristo en la Eucaristía. Descubran si sus corazones están llenos, o si les falta amor.
Acérquense al trono de la gracia que les da la vida aun después de la muerte. Crean en el poder de las manos de los sacerdotes, que ofrecen pan y vino a Dios, fruto del trabajo de los hombres, y que, por la bendita transubstanciación, se convierten en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Y luego coman y beban, para que permanezcan en Él, y Él en ustedes, para que vivan por Él y digan: “ya no soy yo, sino es Cristo quien vive en mi”.
Vivan la Misa, porque es real lo que ocurre allí. Es el sacrificio único, pero incruento, del Hijo de Dios, en el que conmemoran su vida, su pasión, su muerte y su resurrección, por la que se queda en presencia viva, en cuerpo, en sangre, en divinidad, y es Eucaristía, para alimentar y dar de beber a su pueblo, para que tengan vida, y Él los resucite el último día.
Reciban las gracias y la misericordia que brota de la cruz, para que hagan sus obras. La magnitud de las obras de ustedes es tan grande, como la gracia que se les ha dado, porque cuando Dios les pide algo, antes les ha dado la gracia para poder hacerlo.
Confíen en mí, y en que yo los guío y los mantengo en el camino, para que no se pierda ninguno, porque los amo».
La Compañía de María, Madre de los Sacerdotes
+52 1 81 1600 7552
lacompaniademaria01@gmail.com
Toluca, Estado de México
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