Jesús, en el transcurso de su vida, fue encontrando mujeres, con significativas cargas de pecados, y con ellos sentimientos de desprecio; humilladas, dominadas, menospreciadas, repulsadas y desfavorecidas; muchas de ellas quizá, siendo juzgadas por costumbres y leyes endurecidas y encaminadas al castigo, sin consideración alguna, y que podrían llevarlas hasta la muerte; los relatos históricos y bíblicos, nos llevan a prestar atención a aquella
narración inscrita en el evangelio; “como la adultera”, que por ley debía ser sentenciada a lapidación, o aquella otra, que por tener flujo debía ser apartada a vivir fuera de la comunidad en cuevas o en catacumbas, ya decía, sin consideración alguna hacia la dignidad humana.

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