
Constantemente resuena en la Cuaresma la palabra “conversión”, palabra comprometedora que implica cambio profundo.
La vida de todo cristiano fiel es un ir superando etapas, como nos lo patentiza la vida de los grandes creyentes, la experiencia de los místicos y el testimonio de los teólogos de la vida cristiana.
La fe es un éxodo constante, como el de Abrahán, que ha de renunciar a su entorno para encaminarse hacia el lugar de la promesa.
Necesitamos dar un paso hacia adelante cambiando la jerarquía de valores, renunciando a un estilo de vida consumista o de apariencias, haciendo un compromiso de servicio que nos “robe” tiempo y dinero, tomando más en serio la oración, embarcándonos en lo comunitario, en definitiva, muriendo un poco más a nosotros mismos, lo que supone alterar nuestra vida en la que quizás nos sentimos cómodos, para adentrarnos en lo desconocido e inseguro.
Esto supone preguntarnos si realmente todo esto merece la pena, si va a reportar algo a mi vida. Es posible que finalmente nos convenzamos a nosotros mismos que es suficiente con vivir como cristianos que cumplen fielmente con Dios en lo religioso y con los demás ayudándoles en lo que podamos y no haciendo daño a nadie.
Así algunas ideas para esta Cuaresma son:
1. Retirarnos a una iglesia para saborear el silencio y la presencia de Dios.
Ya que en un mundo que nos roba la serenidad son necesarios espacios de tranquilidad y oasis de paz para valorar, reflexionar y hacer una autocrítica sobre la vida que llevamos.
2. Escuchar la Palabra del Señor.
El Señor, con su Palabra, nos orienta para tomar la dirección adecuada sin alejarnos de él.
3. Salir al encuentro de los demás.
El tren de las prisas, con sus correspondientes vagones de estrés, nos hace individualistas y pasar de largo de ciertas situaciones de dolor que nos rodean. La Cuaresma nos invita a abrir los ojos, el corazón (y los bolsillos si hace falta) para que no olvidemos que la fe exige compromiso.
4. Amar y trabajar por la Iglesia.
En los periodos de dificultades, es donde de verdad salen a relucir y se manifiestan los valientes y grandes en la fe.
¡La Iglesia de hoy no necesita cristianos a tiempo parcial, sino cristianos de una pieza! Juan Pablo II,
5. Retomar o, incluso iniciar, el gusto por la oración.
«Ora cuando te sientas solo, la oración te traerá la compañía de Dios»
6. Guardar la vigilia y el ayuno
Libremos al cuerpo de sus toxinas, alimentémoslo correctamente y estará hecho el milagro de la salud (Dr. Arbuthnot Lan)
7. Eucaristía diaria
La Eucaristía, el auténtico pesebre donde adorar a Jesús. (Padre Raniero Cantalamessa).
8. Promover dentro de nuestras familias el apetito por Dios.
La familia es el seno espiritual donde se fomentan las creencias y las costumbres.
9. Dar gracias a Dios por los valores que el Evangelio nos propone.
En medio del relativismo moral que nos sacude, lejos de desertar, hemos de ser agradecidos para con Dios porque nos hace diferentes a muchas personas que creen que en el «todo vale» reside la felicidad.
10. Hablar bien y con delicadeza
No podemos olvidar que se consigue más “con miel que con hiel”. La Cuaresma es un buen momento para corregir las blasfemias en nuestro lenguaje y las ofensas o el juicio duro hacia los que nos rodean.