Sagrado Corazón

Abramos nuestra mente y dejemos que la imaginación nos ayude a contemplar a Jesús, aquel Hijo del hombre, como solía llamarse, caminando, mirando a los ojos a la gente con la que se encontraba, esa mirada que busca en el interior, que escudriña el corazón humano, para amarlo y vivir en él.

Hablamos del corazón en esa forma poética, donde tradicionalmente se dice residen los sentimientos y la voluntad origina las decisiones y acciones humanas, todo esto puede ser tan noble como le permitamos al Espíritu Santo actuar, al igual que tan frío y despreciable como apagada sea su presencia.

Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo (Cfr. Jn 3, 16), y el Hijo vino a amarnos, a darlo todo, entregarse por nosotros aun siendo pecadores (Cfr. Rm 5, 8), porque el verdadero amor mueve el ser entero a realizar las acciones que logren el bien máximo para el otro, así ama Jesús, con un corazón que lo da todo, de ahí la
devoción a su Amantísimo Corazón, pues es la fuente de este amor tan grande que salva, perdona, libera y sana.

Contemplemos la noche de la cena antes de su pasión, en que enseñó a sus amigos a dejar a un lado los estatus, rangos o linajes para servir con amor a los demás. Después de lavar los pies a sus discípulos preguntó si habían entendido lo que acababa de hacer, y los invitó a amarse los unos a los otros tal como él había dado ejemplo (Cfr. Jn 13, 34), como lo había hecho en su vida. Esta entrega viene sólo de un corazón que sabe amar porque se sabe
amado, de un corazón que da lo que tiene, de un corazón que se entrega porque es lo máximo que tiene para dar, es el corazón que nos invita a imitar.

A lo largo de la historia de la Iglesia, muchos han otorgado su devoción al corazón de Cristo, fuente de amor divino, Santa Margarita María de Alacoque tuvo la visión del corazón de Jesús ardiente de amor por la humanidad, y con la ayuda del jesuita beato Claude la Colombiere promovió esta devoción desde la segunda mitad del siglo XVII.

El corazón de Jesús arde de amor por ti, y éste puede ser un momento único, una oportunidad especial para volver nuestra fe al amor de Cristo el Señor, que desde su corazón radiante te entrega su amor. Las promesas entregadas a Santa Margarita son ahora para ti y tu familia:

1. A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
2. Daré la paz a las familias.
3. Las consolaré en todas sus aflicciones.
4. Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5. Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
7. Las almas tibias se harán fervorosas.
8. Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada.
10. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción, tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
12. A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final.

Si bien ahora la confesión y comunión sacramental no están a nuestro alcance, desde nuestros hogares, el primer viernes de mes, en la adoración ante el Santísimo en las redes sociales, realicemos la comunión espiritual y consagremos nuestros hogares al corazón amoroso de Jesús.

Abramos nuestro corazón y unámoslo al corazón de Cristo, para que en medio de las dificultades de nuestro tiempo, encontremos la salud, su paz, misericordia, y que ese mismo amor anime la esperanza y el deseo de encontrarnos con él.

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